La sociedad del espectáculo
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<strong>La</strong> <strong>sociedad</strong> <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong><br />
Guy Debord<br />
por todos sus miembros, de la coherencia de su crítica, coherencia<br />
que debe probarse en la teoría crítica propiamente dicha y en la<br />
relación entre esta y la actividad práctica.<br />
122<br />
Mientras la realización cada vez más instalada de la alienación<br />
capitalista a todos los niveles hace cada vez más difícil a los trabajadores<br />
reconocer y nombrar su propia miseria, los pone en la alternativa<br />
de rechazar la totalidad de su miseria o nada, la organización<br />
revolucionaria ha debido aprender que no puede ya combatir la<br />
alienación bajo formas alienadas.<br />
123<br />
<strong>La</strong> revolución proletaria se halla enteramente supeditada a esta<br />
necesidad de que, por primera vez, la teoría como inteligencia de la<br />
práctica humana sea reconocida y vivida por las masas. Exige que<br />
los obreros lleguen a ser dialécticos e inscriban su pensamiento<br />
en la práctica; así pide a los hombres sin cualificar mucho más de<br />
lo que la revolución burguesa exigía a los hombres cualificados en<br />
quienes <strong>del</strong>egó su puesta en práctica: pues la conciencia ideológica<br />
parcial edificada por una parte de la clase burguesa tenía su base<br />
en esta parte central de la vida social, la economía, sobre la que esta<br />
clase tenía ya el poder. El desarrollo mismo de la <strong>sociedad</strong> de clases<br />
hasta la organización espectacular de la no-vida lleva al proyecto<br />
revolucionario a ser visiblemente lo que ya era esencialmente.<br />
124<br />
<strong>La</strong> teoría revolucionaria es ahora enemiga de toda ideología<br />
revolucionaria y sabe que lo es.<br />
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