La sociedad del espectáculo
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Capítulo 3: Unidad y división en la apariencia<br />
aparentemente aristocráticos que terminan llevando casi todos los<br />
individuos de la misma edad, el objeto al que se supone un poder<br />
singular solo pudo ser propuesto a la devoción de las masas porque<br />
había sido difundido en un número lo bastante grande de ejemplares<br />
para hacerlo consumible masivamente. El carácter prestigioso<br />
de este producto cualquiera procede de haber ocupado<br />
durante un momento el centro de la vida social, como el misterio<br />
revelado de la finalidad última de la producción. El objeto que era<br />
prestigioso en el <strong>espectáculo</strong> se vuelve vulgar desde el momento en<br />
que entra en casa de este consumidor, al tiempo que en la de todos<br />
los demás. Revela demasiado tarde su pobreza esencial, que asimila<br />
naturalmente de la miseria de su producción. Pero ya es otro objeto<br />
el que lleva la justificación <strong>del</strong> sistema y exige ser reconocido.<br />
70<br />
<strong>La</strong> impostura de la satisfacción debe denunciarse a sí misma<br />
reemplazándose, siguiendo el cambio de los productos y de las condiciones<br />
generales de la producción. Lo que afirmó con la más perfecta<br />
imprudencia su excelencia definitiva cambia sin embargo en el <strong>espectáculo</strong><br />
difuso, aunque también en el concentrado, y es únicamente el<br />
sistema el que debe continuar: tanto Stalin como la mercancía pasada<br />
de moda son denunciados por los mismos que los impusieron. Cada<br />
nueva mentira de la publicidad es también la confesión de su mentira<br />
precedente. Cada desplome de una figura <strong>del</strong> poder totalitario revela<br />
la comunidad ilusoria que la apoyaba unánimemente, y que no era más<br />
que un aglomerado de soledades sin ilusión.<br />
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Lo que el <strong>espectáculo</strong> ofrece como perpetuo se funda sobre el<br />
cambio y debe cambiar con su base. El <strong>espectáculo</strong> es absolutamente<br />
dogmático y al mismo tiempo no puede desembocar realmente<br />
en ningún dogma sólido. Nada se detiene para él; este es su<br />
estado natural y a la vez lo más contrario a su inclinación.<br />
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