La sociedad del espectáculo
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Prólogo a la cuarta edición italiana<br />
moderno en el poder de clase que se trataba de derribar; los situacionistas,<br />
en cambio, fueron capaces de proponer la única teoría de<br />
la temible Revuelta de Mayo, la única que daba cuenta de los nuevos<br />
agravios clamorosos que nadie había nombrado. ¿Quién llora el consenso?<br />
Nosotros lo hemos matado. Cosa fatta capo ha.<br />
Quince años antes, en 1952, cuatro o cinco personas poco recomendables<br />
de París habían decidido buscar la superación <strong>del</strong> arte. Resultó<br />
que, por una feliz consecuencia de una marcha audaz por este camino,<br />
las viejas líneas de defensa que habían quebrantado las precedentes<br />
ofensivas de la revolución social se hallaban desbordadas y rodeadas.<br />
Ahí se descubrió la ocasión de lanzar otra ofensiva. Esa superación<br />
<strong>del</strong> arte es el “pasaje al noroeste” de la geografía de la verdadera vida,<br />
que tan a menudo se había buscado durante más de un siglo, sobre<br />
todo a partir de la poesía moderna que se autodestruía. Los intentos<br />
anteriores, en los que tantos exploradores se perdieron, jamás habían<br />
desembocado directamente en semejante perspectiva; probablemente<br />
porque todavía les quedaba algo que devastar en la vieja<br />
provincia <strong>del</strong> arte, y sobre todo porque la bandera de las revoluciones<br />
parecía antes enarbolada por otras manos más expertas. Pero esa<br />
causa jamás había sufrido una derrota tan completa ni había dejado<br />
el campo de batalla tan desierto como en el momento en que nosotros<br />
vinimos a ocupar nuestro puesto en ese campo. Creo que recordar<br />
aquellas circunstancias es la mejor aclaración que se puede aportar a<br />
las ideas y al estilo de <strong>La</strong> <strong>sociedad</strong> <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong>. Y, en cuanto a esta<br />
cosa, si uno tiene a bien leerla, verá que los quince años que dediqué a<br />
meditar la ruina <strong>del</strong> Estado no los pasé durmiendo ni jugando.<br />
No hay que cambiar ni una palabra en este libro, en el cual nada<br />
se ha corregido, excepto tres o cuatro errores tipográficos, a lo largo<br />
de una docena de reimpresiones que vio en Francia. Me enorgullezco<br />
de ser un ejemplo, muy raro hoy en día, de alguien que ha<br />
escrito sin quedar desmentido enseguida por los acontecimientos;<br />
y no digo desmentido cien veces o mil veces, como los demás, sino<br />
ni una sola vez. No dudo de que la confirmación que están encontrando<br />
todas mis tesis ha de continuar hasta el final <strong>del</strong> siglo y<br />
aún más allá. <strong>La</strong> razón es sencilla: he comprendido los factores<br />
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