Excodra XXVII: La sociedad

De violencia y literatura
Es evidente que la violencia es una realidad ineludible. Y tanto en el fondo
como en la forma, existe una literatura que expresa esta inquietud por un
mundo que parece incapaz de superarla. Más allá del efectismo visual de los
actos violentos, de su poder de convocatoria a través del exceso pornográfico y
poco creíble, existe una voluntad narrativa que estudia no ya la anécdota de la
violencia sino su propia naturaleza y sus consecuencias a largo plazo tanto en
las sociedades como en el individuo. El Ser humano ve los actos de crueldad,
los padece o los infringe, pero pocas veces los entiende.
El ser humano del siglo XXI sufre una diáspora interior, un viaje errático a
ninguna parte donde las certezas se sustentan en apariencias de seguridades
imposibles, y en dogmas económicos, de progreso y de civilización en la
creencia de que el bienestar material puede superponerse al bienestar íntimo.
La tierra de promisión ya no está en la idea redentora, en la utopía colectiva
política, ética o sociológica. La felicidad se cifra en el éxito personal. Y la
infelicidad en su más que probable fracaso. Nos hemos dicho y hemos
aprendido que nuestra cultura de valores favorece la igualdad: de
oportunidades, de derechos, de ley y de Justicia. Pero la realidad,
tozudamente se impone contradiciendo dicho credo. El resultado es la
frustración, la sensación de abandono, la injusticia de la que culpamos al
sistema que nos arroja de sus márgenes de confort.
Y no nos resignamos. La violencia tiene muchas raíces. Esa misma resignación
que se transforma en rebeldía ciega, el agravio, la desconfianza, el miedo, el
dominio y la visión subjetiva de que algo nos es hurtado. Algo que creemos
merecer por el mero hecho de Ser. También se manifiesta de muchas formas:
desde la guerra a la violencia en el trabajo, desde la violencia psicológica y la