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Excodra XXVII: La sociedad

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crédito de mi compañía, Manuel se fue ensimismando, dejó de atender sus<br />

compromisos profesionales, erigió murallas, se enquistó en un limbo de<br />

desidia, se recluyó en una redoma de cristal que era una forma de consuelo,<br />

pasó a otear el mundo desde la gavia de su apartamento en la Rúa do Doiro, a<br />

veces con la mirada alerta y casi siempre con la mirada de capitulación de un<br />

tigre entre los barrotes de la caravana de un circo. Según creí comprender, allí<br />

abajo adivinaba, inhóspito, el reino del hombre: miríadas de réplicas, de<br />

cuerpos indiferenciados arrasando como trombas los fosos de las calles con su<br />

canto amargo o inane, plantíos de calabaceras de caras repetidas acechando<br />

insolentes, buscándolo sin descanso a través de los cristales de su balcón, para<br />

que aquella plaga de langostas, aquella nube de gorgojos, aquel plancton de<br />

pupilas pareadas pudieran observarlo con malignidad, posesionándose de él.<br />

Mientras tanto, aprendí a esquivar en el rellano a Caridade, la encargada de la<br />

portería, una chuzona intrigante, de lengua agorera, aspavientos de vareador<br />

de castañas y más locuaz que la cabeza del decapitado mariscal Pardo de Cela.<br />

Y durante el mes siguiente, casi a diario, salí de mi casa en San Domingos de<br />

Bonaval y me dirigí a la Rúa do Doiro como una escala hacia un puerto<br />

inevitable. Ni siquiera puedo decir que mi presencia, mi escolta eventual,<br />

sirvieran para arrancar por un rato a un ensumido Manuel de la negra<br />

salmuera de su confinamiento, de su deserción vital. Poco más podía hacer en<br />

semejante situación que intentar un ajuste continuo de sus congojas, llevar<br />

una palabra afectuosa a quien está despojado de sus afectos, unos libros<br />

(procuraba leerle especialmente cuentecillos populares de Ánxel Fole y<br />

artículos de Camba), el aguijón de una broma (“En Mondoñedo hay un viejo,<br />

muy competente, vestido de Merlín con túnica azul y báculo, que promete<br />

curar toda clase de problemas mediante conjuro”), amenazarlo con purgante<br />

de bujo o con el jugo de flores amarillas del cascamelo, asegurarme de que no<br />

faltasen alimentos frescos en la nevera, de que no olvidara comer y tomar la<br />

clozapina a la misma hora.

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