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Excodra XXVII: La sociedad

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Pero el ser humano siempre teje esperanzas hasta el último momento.<br />

De manera que cuando llegó agosto, cedí de nuevo a la tentación de despertar<br />

a Manuel de su letargo y rogué a Aguedita que le permitiera acompañarnos al<br />

Caserío de Fontes, en Luintra, como hicimos muchos años antes, llevándolos<br />

allí para intentar enrasar el hueco venenoso que dejaron los dos abortos de<br />

Olalla. Dos semanas alejado de la ciudad traerían sosiego a su cabeza, y el<br />

silencio, la brandura del aire y la contemplación de las largas paseadas<br />

solitarias sin duda alentarían su restablecimiento. Nunca he sido de índole<br />

persuasiva y no logré vencer la resistencia impetuosa de mi mujer, ni sirvió<br />

tampoco que apelara a nuestra amistad de buena ley o a la presión moral<br />

cimentada en décadas de intimidad: Aguedita no quería involucrar al resto de<br />

la familia en un asunto tan fastidioso, añadiendo ― muy seria, hosca ― que ya<br />

estaba mimando yo a Manuel más que los aldeanos a sus berzas. Me irritó lo<br />

intempestivo del comentario. Hubiera preferido la indiferencia de Aguedita a<br />

este pronto sarcasmo. Hubiera querido que Manuel nos acompañara, que se<br />

mudara durante quince días como otros embarcaron para América, que dejara<br />

atrás el vértigo de su neurosis, el gesto descompuesto de quien camina<br />

repentinamente sobre una cuerda floja, que se sintiera feliz al andar sin<br />

ningún fin bajo las nubes lentas, pisando las praderías y las sendas boscosas.<br />

Hubiera querido visitar una vez más, con Manuel, los restos de la casa terreña<br />

de mi familia en las afueras de Nogueira de Ramuín, intentar atrapar, entre<br />

los muros húmedos, desconchados y ennegrecidos por el hollín, entre el<br />

desmoronamiento del sobrado y las telarañas de la solana de cantería, las<br />

aromáticas fumarolas de los recuerdos, del café de puchero, del arca del pan,<br />

del alpendre en el que se iban arrinconando aperos de labranza inútiles,<br />

cardeñas, ruedas viejas de carro, albardones que ceñían el lomo de los<br />

animales de tiro, potes oxidados, nidales donde hacía décadas las gallinas<br />

ponían sus huevos. Hubiera querido que compartiera charla con Bieito<br />

― sucesivamente zahorí,<br />

besteiro, carbonero y criador de capones a los que

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