Almacigo
Compilado de poemas inéditos de Gabriela Mistral editado por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile
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160 Almácigo z Po e m a s In é d i t o s d e Ga b r i e l a Mi s t ra l z Mujeres griegas 161
Ant í g o n a
Me conocía el Ágora, la fuente
Dircea y hasta el mismo olivo sacro,
no la ruta de polvo y de pedrisco
ni el cierzo helado que muerde la nuca
y befa el rostro de los perseguidos.
Y ahora el viento que huele a pesebres
y a sudor y a resuello de ganados,
es el amante que bate mi cuello
y ofende mis espaldas con su grito.
Iban en el estío a desposarme,
iba mi pecho a amamantar gemelos
como Cástor y Pólux, y mi carne
iba a entrar en el templo triplicada
y a dar al dios los himnos y la ofrenda:
Yo era Antígona, brote del Edipo
y Edipo era la gloria de la Grecia.
Caminamos los tres: el blanquecino
y la caña cascada que lo afirma
por apartarle el alacrán...la víbora,
y el filudo pedrisco por cubrirle
los gestos de las rocas malhadadas.
Viejo Rey, donde ya no puedas, háblame.
Voy a parar por despojarte un pino
y hacerte lecho de esas hierbas locas.
Olvida, olvida, olvida, Padre y Rey:
los dioses dan como flores mellizas
poder y ruina, memoria y olvido
Si no logras dormir, puedo cargarte
el cuerpo nuevo que llevas ahora
filo de espaldas y el brazo de aire.
Duerme, sí, duerme, viejo Edipo,
y no cobres el día ni la noche.
Un sueño nuevo vamos a aprendernos,
sale como humareda de las hierbas,
corre husmeando igual que los lebreles,
blanda como mujer, y seguidora.
Antígona y la niebla son tus ropas,
saben callar y disfrazar a Edipo
haciendo de su Rey bulto supino,
una ligera brazada de avena,
un costado de ciervo, una nonada.
Con tal de que te duermas y no sueñes
yo también dormiré, viejo-cordero,
mi pez de plata, mi copo de nieve,
antes mi Rey, ahora el hijo mío.
Para esta noche de befa y despojo,
de luna bizca que guiña y anuncia,
nací yo, Antígona, subió mi talle,
y no alcancé a llegar hasta las nupcias
para poder con mi paterna carga
y aupar y extender mi Rey y padre
y hacerlo dormir con dulzura...
sin sollozar a orilla de una ruta.
Puedo con la vergüenza y el sollozo,
con la mueca del cielo que me mira
guiñando augurios que entender no quiero.
Puedo con esta marcha y las que vienen
con el destino de Ática y el tuyo
así caída entre hierbas mojadas
que mordieron las bestias todo el día,
oyéndome al zorrillo y a la iguana.
Duerma mi padre vuelto criatura.
Por mi brazo cruzado no te mojan
el relente ni el hilo de mi llanto.
La noche misma soy para envolverte.
Todavía tú vas mentando pueblos
y nombres que te abrazan los sentidos.
Recíbele su dádiva a la noche.
Los dioses que te dieron tantas rosas
ahora te dan la amapola dorada
llena de sueño y listada de olvido.
No supieron robarme en el saqueo.
Todo el felón cargó menos a tu hija.