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Almacigo

Compilado de poemas inéditos de Gabriela Mistral editado por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile

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120 Almácigo Po e m a s In é d i t o s d e Ga b r i e l a Mi s t ra l Locas Mujeres 121

La En f e r m e ra

La Pr e s a*

Ahora veo en el día y la noche

este hombre herido sin país ni nombre

estas lacas heladas y este muro.

Si yo le falto va a faltarle todo.

Se le va de una vez el latido de los pulsos,

la frescura del lino de la sábana.

las dos rayas de luz, la hora sonada

y en la boca entreabierta vaso y grumo.

Yo no valía más que piedra y leño,

yo podía morir, irme, fugarme.

Me podía aventar, perder, morirme.

Y con ella (la Muerte) peleo pecho a pecho

las dos revueltas en mimbres o cuerdas.

Lo tengo de salvar o de perderme

dando y prestándole calor y alientos

y sostenerlo en vilo por encima

de Dueña Anaconda y Dueña Búho.

Mi leche halla su boca

y mi oreja su pecho por el tumbo.

Ayer cualquiera podía vencerme

partirme sin grito como hebra de humo.

No he luchado ni casa ni manjares,

ni un pájaro ni un fruto.

Pero ahora hay un hombre a mí fiado

aquí sobre el silencio de este mundo.

Si me duermo, la Dueña de la carne

morderá sus espaldas en lo crudo.

Si miro a lo morado de la tierra,

ella entra y lo arrebata por tributo.

Con que yo suelte su mano cogida

cae su mano como un pez convulso.

Y si me duermo la Otra se despierta

con que caiga mi cuerpo como escudo.

No hay ahora a lo largo de la Tierra

y del mar y del aire de este mundo

ninguna habla o criatura

ni trance, fuera de este cuerpo oscuro,

sin hija o madre y sin amante

a quien pasarlo en semillón caduco

para echarme a dormir y por cien noches

como el oso de nieve y la gardenia.

Yo soy la puerta y el cerrojo enjuto

y soy, velando, el paramento puro.

No tengo ya dos párpados que cierren.

Es como si creciese y más creciese

el hombre herido como un gran capullo.

Los que repasan por los corredores

no ven la lucha cruel, el duelo oscuro.

Ahora en todo día y toda noche

solo ves este cuerpo entre gasas y lacas

quieto como el molusco de las peñas.

Yo no valía más que piedra o árbol

o cocuyo en la noche vagabundo.

Ahora tengo rebanado y muerto

el camino y la marcha con el rumbo.

Si le falto, le falta

de una vez el latido de sus pulsos,

el soplo, igual como a mi talado,

el sueño blando, el despertar seguro,

la frescura de lino de su sábana

y la luz justa en el ángulo puro.

Pende de mí como la rama herida.

Miro su cara por los barrotes

y veo su frente rayada

y también ella me cuenta

ocho rayas en la cara.

Su mirada me da hierro

y cae hierro de su habla.

¿Cómo serás sin barrote,

cómo serás tú sentada,

tejiendo lana, comiendo uvas

o con unos niños sobre la falda?

Cuando a la luz salgas libre,

y yo mi puerta te abra,

llegarás entera, hermana,

me mirarás con tu rostro,

me bailarás con tus plantas.

Y entonces veré tu edad,

oiré tu culpa, sabré tu Patria.

* Apareció mal transcrita en La desterrada en su

patria, recopilación de R. Esteban Scarpa, t.II,

y fue reproducida por P. Pablo Zegers en Recopilación

de la obra mistraliana: 1902 – 1922. Ambos

yerran creyéndola de tal época; fue escrita en

la década de los años cuarenta.

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