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Almacigo

Compilado de poemas inéditos de Gabriela Mistral editado por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile

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56 Almácigo Po e m a s In é d i t o s d e Ga b r i e l a Mi s t ra l Amor 57

A l a no c h e

La nieve cae, silente

y la noche va a llegar.

Y yo tengo lumbre para

ver mejor mi soledad.

Tengo un leño que arde para

que mientras se quema en paz

mire yo mi vida y mire

mi tremenda soledad.

Si fuera a campo traviesa,

si me rasgara las manos

sobre un surco en abril,

no mirara yo las vivas

llagas de mi corazón,

no mirara con el leño

retorcerse mi aflicción.

Pero hay nieve, y noche larga,

y silencio insigne, y hay

una llama que desvela

más salobre

que la lengua del mar.

Yo creí que ya eras

la ceniza del hogar;

y te vienes noche a noche

en mi silencio a sentar.

Llegas en la soledad

y te sientas a la lumbre

a mirarme sollozar.

Miras mudo hacia la llama,

miras pálido a mi faz.

Me interrogas, me interrogas,

no te puedo contestar.

Cierto, cierto que hubo algún día

en que quise levantar

un amor como esta llama

en mi negra soledad.

Pero ves: vuelvo a estar sola

y a buscarte y a estrujar

en el hueco de tus sienes

mi locura y mi pasión.

Tú me miras al regazo,

se suaviza tu mirar,

el infante que tú buscas

yo lo busco hasta al dormir.

Lo he soñado bajo el cielo,

lo he nombrado junto al mar,

de los sueños que he soñado

¡ay! ninguno mordió más.

Lo he llamado junto a mi lino,

lo he palpado entre la mies,

por ti fuera fino y leve

y por mí supiera arder,

y rezar, y retorcerse

de ternura y de emoción.

Me aromara las rodillas

como fruto y como flor.

Tú dirás a Dios el día

de la confusión por qué

yo no mezo por las noches

un infante como miel.

Por qué yo me vuelto amarga

cual las salinas...

Si no hubiera tierra sobre

tu semblante, yo gozara

al fulgor del pino ardiente

la ternura de tu cara.

A la llama temblorosa

te miraba, te miraba

la tristeza de los ojos

tan profunda cuando amabas.

Pero tú en la tierra negra,

como arroyo te adentraste

y yo estoy en esta tierra

sin tu amor y sin tus huesos,

sin una sombra en mi regazo.

Le sonrío al hijo

que no tuve entre mis brazos.

Si tú no te hubieras ido

mientras nieva y arde el pino,

yo tendría un hijo hermoso

perfumando mi destino.

Pero tú estas frío y blanco,

mayo y mayo, noche y día

como el copo que se asoma

mudo por la celosía.

Te leyera yo unos versos

de tu vida, de mi vida.

cual la lengua de la llama

tu emoción tremolaría.

Pero callas, cual la nieve

deshojada sin un ansia.

Y yo no entregaré un hijo

como este pino su fragancia.

Mi perdón yo te diría

con la llama tremolante.

Me besaras tú con lágrimas

en un nudo sollozante.

Pero tú ya no comprendes

qué es la noche, qué es la nieve.

No es tu boca este perfume

ni esta sombra es un césped

Y esta forma en mi regazo

no es el hijo que he soñado,

es la sombra de este tronco

el que alumbra mi tristeza.

Ardió el pino y la ceniza

finge un blanco: breve infante

y yo acerco el copo tibio

a mi boca sollozante.

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