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Almacigo

Compilado de poemas inéditos de Gabriela Mistral editado por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile

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188 Almácigo ❂ Po e m a s In é d i t o s d e Ga b r i e l a Mi s t ra l ❂ Oficios 189

El he r r e r o II

El herrero está vuelto a su Vulcano

y aureolado de chispas voltea

fuego terrestre y fuego de los cielos,

voltea silbando la pollada:

gallos rojos, coral y flamboyán,

y voltea silbando sus planetas,

y sus Arcángeles ardientes,

rotos, divinos, caídos

y en fragua humillados.

Y en el instante de fuelle y braceo

bien puede, con querer, que ardan y vuelen

fragua, bosque, y aldea, y Universos,

según su antojo de cojo-Vulcano.

Saltan, triscan, crepitan y rezongan

Martes vencidos y Vesubios locos

por fuelles y furor del hombre-herrero

pájaros moscas, faisanes al vuelo,

y todo hierve y cae de su diestra

y su cara color de la serpiente

arde y llamea como la de Hefestos.

Qué hermoso se alza, y abaja y bracea

el dueño de la llama y de la brasa,

con su aureola de Miguel Arcángel

que lo crece y lo lame y reverbera.

Y Pedro fundidor gobierna riendo

su llama a silbos de burla y de juego,

la dispersa y la junta como a banda,

o la tiende y la duerme en su ceniza,

derrotada como él, hija acabada.

Ríe de que venció a su salamandra

que está partida y lo mira sin párpados,

rotos sus huesos, rendida, acabada

y mirándolo aun como su hija.

Entonces el herrero vuelve el rostro

a su dios que lo hace y deshace,

y de regreso a su cena y su noche

él vuelve a ser lo mismo que los hombres,

robado de su llama y de su triunfo,

de su tendal de dalias y corales,

de su nido falaz de salamandras

y de su soplo de viejo Vulcano.

Y caídos su orto y su poniente,

vueltos mentiras su brasa y su hoguera,

lo pueden hozar los animales

y befar los muchachos de la aldea

y no verlo su puerta ni su hija.

Los que pasan y cruzan no paran

al mirar lo que ocurre al mediodía

cuando huye el fuego de ochenta fogones

y cae recto a la fragua de Pedro

en tropel de cabritos sorprendidos.

Pedro sopla y revuelve a sus tigrillos,

gruñe y revuelve al envalentonado,

los descabeza y tumba a su hijo y amo

y otra vez lo alza en pendones de gloria.

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