Almacigo
Compilado de poemas inéditos de Gabriela Mistral editado por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile
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98 Almácigo Po e m a s In é d i t o s d e Ga b r i e l a Mi s t ra l La Guerra 99
Gue r r a
La li b e r t a d
No quiero andar la fea tierra
de la metralla recocida,
más cribada que la cueva
del castor y la armadilla.
La mota de tierra quema,
muerde el surco como encías,
como un atabal de befa
por el Demente tañida.
Marchar no sé, parar no sé
sobre la vieja Gea ofendida;
en casas y en descampados
es aire, es hedor, es acedía.
Las laderas de las viñas
y el horizonte de olivas
se volvieron el pespunte
debajo de la carne fugitiva.
La leche viva de las madres
se secó como la resina
y se secaron los pechos
en las aldeas judías.
Se han escondido de repente
como fábulas recogidas
los campos de azafrán y lino
y las praderas de la abubilla.
Van subiendo de socavones
y salvajes bocaminas:
el carbón, el cobre, el hierro
como bestias fugitivas
Masca la boca siete metales,
la noche come su pesadilla.
Para vengar a mi madre
la muerte no tengo sabida.
En mi Valle el hombre de Cristo
metal no masca al fin del día.
Dormir quisiera vuelta pájaro
en pozo o cueva marina,
hasta que la loca Euménide
hipe la muerte, caiga rendida,
y el que cabalga la Tierra
de las espuelas de su ira,
sea polvo de la ruta,
y carne nunca nacida.
Dormir hasta que regresen
trascordadas y traídas:
el cuerpo nuevo de Cibeles,
la nueva mies, la nueva harina,
las ciudades resucitadas
y hasta la mar recién nacida.
Para retomar la casa del mundo
al igual que la hija de Jairo
y recobrar tactos y vistas.
Y cuando esté seca la sangre
alzar un niño y hondearlo
sollozando de alegría.
Aprender su nombre, mozos,
y vocear y danzar
como David ante el Arca,
bailadla, mañana y siempre.
No es tu madre y es tu madre,
no es Dios y casi se le iguala.
Tiene ella el rostro del sol,
su blanca leche alimenta
y sin ella se pudre la sangre,
la voz se quiebra, el Adán muere.
Di su nombre y te haga el pecho.
Vívela y te haga la sangre.
Sirviéndola como a madre,
serviréis sin servidumbre.
Míralos tú de hito en hito a los hombres
y escoge solo a sus hijos.
Di su nombre en contra-seña,
oye bien si te responden.
Id con ella a regar,
a amar y a rezar con ella;
a navegar, a vender,
a jugar y a dormir con ella.
A tu molde se parezca
y tú a la figura de ella.
Con ella siembres y coseches,
sin ella, aceptes frío y hambre.
Dátiles, uvas y vino
sabor no dan si ella falta.
Mal se duerme, mal se sueña,
la cama es de sílex y espinas,
ningún muro nos guarda.
Donde vayas a morir,
por bien morir ve que la tengas.
Y muere libre, y te irás libre
a los cielos
abra eterna del Padre y el Hijo.