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Almacigo

Compilado de poemas inéditos de Gabriela Mistral editado por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile

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184 Almácigo ✸ Po e m a s In é d i t o s d e Ga b r i e l a Mi s t ra l ✸ Nocturnos 185

Noc t u r n o de mi ma d r e II

Noc t u r n o V

Yo lo di g o en la de n s a no c h e

Madre mía, es Valle de Chile

joya mía, disuelta madre.

Estrujaste la lima dulce,

mostraste la uva, diste la cereza,

me llevaste la mano a sal

y me diste a tocar las piedras.

Las maderas del cerro de Elqui

huelen y embriagan como abiertas.

y el cielo hierve de materias.

En esta noche de posesión

y de despojo, todo se cuenta.

Regalaste los ademanes

de tomar ropa y coger trenzas.

Manos llevabas, cogedora

pies sorteadores de las culebras.

La noche trae todos los gestos

de la tiniebla, los acarrea.

Oigo romperse el pan y veo

trigo al nivel de tu cabeza.

Mi muerta anda por la noche

de la mano de las materias,

pegado el río a sus pies

y en nuca de la Cordillera.

Sus virtudes la turbia noche

me decantan y me la albean.

Regalos al apa me la colman

hasta que como oro me pesan

y mirando y tocando bienes

me doblo y gimo de mi deuda.

Parte la noche, espada pura,

deja grosura de la tierra

y como yo de treinta días

abre vistas con extrañeza.

Como tú a mí, los tres Arcángeles

te darán los gestos y maneras.

Como tú a mí dando con tiento

esos cristales y aguas lentas

la otra leche, el otro vino

y las otras pisadas trémulas.

Vas todavía a ras de cerros

con la cauda de las materias.

Todavía con un rezago

de carne nuestra en la carrera.

Y este tránsito con las cosas

que todavía se le apegan

es el que llena y que remece

toda esta noche de mi vela.

Entre tú y yo corre tu leche

que me funde tuétano y lengua.

Pero mañana no habrá

cadena y garfios de materias,

solo jadeo de oraciones,

puente de antífona y secuencia.

Y esta es noche de los adioses

empinados entre dos tierras.

Madre mía, que los demiurgos

arriba trenzan y destrenzan.

Yo rezaré por ayudarlos,

yo gemiré hasta que te sienta

entera como el lienzo entero

y como carne de la almendra.

Descansaré cuando descanses

y comeré pan de las mesas

y dormiré mirando guiños

que son síes de las estrellas.

Sosegaré y exultaré.

conoceré retozo y fiesta

doscientos días de tu lar:

la leche tuya, la cal tuya,

el leño tuyo, el metal tuyo

enderezado en una cuesta.

La noche viva está en mí,

viva de cien raíces mías

de lanzaderas de mis nervios,

viva de pulsos míos que bullen,

noche terriblemente viva.

Cosa que en esta noche tóqueme

no se podrá quedar dormida,

mi perro late como un junco,

mi tórtola gime intranquila

y muertos en mí se rezagan,

a mí apegados, a mí ceñidos.

Tantas cosas que a mí han venido

para dormir en mis rodillas

porque dijéronles que yo era.

Como un ladrón temblando estoy,

como un ladrón que robaría

cosas de que este mundo vive,

sangre de todos, pan de su dicha.

Como una madre temblando estoy,

como esa madre que sabría

destino que es bueno y terrible

de sus veinte hijos esparcidos.

Como un testigo extraño soy

citado para fulmínea cita

de un espectáculo que puede

dejarme ciega o enloquecida.

Y como agua de lago que

no conoció cañas con brisa

y en que cae metal ardiendo

que en su entraña largo crepita.

No duerman quienes están conmigo,

atenta noche, casa fría,

lebrel turbado, yerba muelle,

cisterna cara de Sibila.

No tengo más que un alma flaca,

foso de miedo en la pupila.

No tengo más que un breve aliento

y un grito que me rompería la vida.

Lo digo en la densa noche

como dulce cosa secreta.

Salta una edad, contesta un río

y yo tengo mi Cordillera.

Él conoce viñas y olivos

y no vio ceiba ni palmera.

Viene de lejos si es que viene.

Baja desde una Cordillera.

Partiendo viene doce vientos

pero no sabe casa ni puerta.

No viene a verme con otro nombre.

Sigue esperándome sin queja.

Vuela en la cara de mi madre

y sobre el dado de mi aldea.

Parece tela que no usaron

y dormita en devanadera.

Parece cosa no pisada

y era la casa de mis fiestas.

Vassar College.

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