Almacigo
Compilado de poemas inéditos de Gabriela Mistral editado por la Corporación Patrimonio Cultural de Chile
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114 Almácigo Po e m a s In é d i t o s d e Ga b r i e l a Mi s t ra l Locas Mujeres 115
La Ce l o s a
La Co n v i d a d a
Él se parecía al viento
en que es de todos y de nadie.
Cuando me acuerdo de su amor
de la befa del viento me acuerdo.
Me besó como besa el viento
con boca mojada en marismas,
en salinas y cañaverales,
y yo quería un hombre, no un viento.
El se parecía al viento
que todos mientan y nadie tuvo.
Me besó como besa el viento
con boca mojada en establos,
cañaverales y salinas,
y mi alma llevó a las otras
y las injurió lo mismo,
sin parar nunca como el viento.
Cuando me acuerdo de su amor,
de la befa del viento me acuerdo.
Y al agua loca se parecía,
tómalo todo, déjalo todo,
sin cauce en qué adormecerse
y sin riberas eternas.
Me tomó como el torrente
y me llevó por el mundo,
gloriosa y hecha pedazos.
Pero un torrente no me valía
para fundar nuestra casa
y echar por su espalda mis ojos.
Dijo que yo estaba loca,
porque amándole le perdía.
Y talvez estaré loca, Dios mío,
pues no lo tengo ni me tengo
en el mundo en que las piedras
tienen su musgo y las rutas
el torbellino de polvo.
Mi madre afiló mi lengua
sobre fábulas benditas
donde el león ama a una leona
y el Rey bebe solo en una copa.
Ha de haber algún país,
alguna abra, alguna tierra
donde yo ame y sea amada.
Los brazos de un hombre
serán mi firmamento.
En la Tierra del Señor,
yo, pelícana salobre
y castora solitaria,
yo quise tener el pelícano
que me diese calor de hijos
y el castor que defendiera
mi puerta del río y la muerte.
Yo vine a la Fiesta,
pero vine traída:
vine sumisa como
pájaro o ardilla.
¡Ah, fiesta regalada
bosque y praderas finas
y color y colores
que se iban y venían.
¡Cuántas cosas llevaba
mi tropa, mi cuadrilla,
y yo, como hoy, desnuda,
solo el soplo traía.
La fiesta era tan ancha
que no tenía orillas
y el abra, de lo airosa,
costera parecía.
En bosque nos entrábamos
o tierras sembradías
en sazones de especias
y en punto de vendimias.
Los pájaros marinos
en bandadas descendían.
Se apretujaba el cielo,
después todo se abría.
Andábamos las gentes
chocando maravillas,
trastocadas por plantas
cascadas y avenidas.
Yo me puse a jugar
con mi aliento de vida
como madeja de agua,
lo daba y recogía.
La bocanada poco
a poco obedecía
y canto me llamaban
la pura sangre ardida.
Se rindieron mis ojos
husmeando a las colinas
y me eché entre las gentes
por si lo descubría.
Tantos rostros pasaban
que me desvanecía,
pero el Rey de hombres
su rostro escondía
¿Befa como esa befa
quién se la conocía?
El Dueño hizo venir
pero él no parecía.
Todos los convidados,
aun ebrios entendían
que El los quiso tener
pero que no acudía.
Volví entonces la espalda
a danza y montería
y tiré un grito loco
hacia las lejanías.
¡Ah, fiesta, fiesta, fiesta,
tan alta y tan tendida.
Nada faltaba, nada
pero el Dueño no venía.
Mi voz me daba miedo
como cosa no mía,
saltaba cerro y cerro
y nada me traía.
Iban todos bebiendo
y yo me retenía
por el Convidador
que no se aparecía.
Se empina nuestra sangre
tanto que saltaría
de una divina prisa
por su postrimería.
Me mordía el deseo,
el ansia me comía.
Mis ojos por anhelo
busca que busca ardían.
De tantos danzadores
la Casa se movía.
Que no era cosa eterna
yo entonces entendía.
Un gran amor de muerte
empuja a la salida,
corremos como hogueras
y viendo la tierra una
no se nos sueltan las manos
Mi voz me daba miedo
como cosa no mía,
saltaba cerros, cerros,
y nada me traía.