literatura hilena - Memoria Chilena

zo I LO
DOCTOR
DOCTOR
zo I LO
DOCTOR
ENFERMERA
zo I LO
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Primera lectura de “El cepillo de dientes”, 7 de marzo de 1961, Sala Talía, Santiago de Chile,
Jaime Celedón, Jorge Díaz, Carla Cristi y Claudio di Girolamo.
(DESMORONANDOSE) ¿Y qué otra cosa podia
hacer? Tengo que vivir de alguna manera.
En realidad, ni siquiera se trata de su salud - un
suicidio lento - sino de la sangre que ha estado
donando a otros enfermos. Usted es un homicida.
¿Para comer mataria a un transeunte por la calle?
No.
Pero no le importa matarlos en forma anónima.
No se atreve con la navaja pero si con las gomas
de las transfusiones.
(COGIENDO EL FRASCO GRANDE DE SANGRE)
No podernos aceptarle su sangre.
DOCTOR Por supuesto que no.
ZOILO ¿Y qué quiere que haga con ella? . . .
¿Prietas? Todavia no soy vampiro.
ENFERMERA (ENTREGANDOLE EL FRASCO) Eso es cosa
suya. Llévesela.
DOCTOR No queremos denunciarle.
ZOILO ¿Y a quién denuncio yo por no tener trabajo, no
tener casa, no tener mujer, no tener patria, no tener
un idioma? Todas esas cosas las tenia, pero me las
han ido quitando. ¿Quién es el culpable de que yo
no tenga una sangre limpia que se pueda vender?
También la tenía, y ahora me la devuelven en un
frasco para tirarla a la basura.
EN FE RMERA Esta no es una oficina de empleos, ni una central de
beneficencia. Es un hospital. Tenemos unas
normas.
DOCTOR Si usted cayera enfermo y viniera a este hospital
exigiria sangre sana.
¡Yo estoy sano!
DOCTOR Está mentalmente enfermo de otra forma no habria
hecho la locura de donar sangre cada cinco dias
engañando a todo el mundo.
ENFERMERA Conozco el tipo, doctor. Ha perdido la dignidad
porque se compadece a si mismo.
zo I LO (POR PRIMERA VEZ, MUY DURO Y ENERGICO,
LE GRITA A LA ENFERMERA) ¡Cállese! ¡Ya
ha dicho bastantes huevás!
ENFERMERA (INTENTANDO PROTESTAR) Pero.. .
EL DOCTOR LE PONE LA MANO SOBRE EL BRAZO A
LA ENFERMERA PARA HACERLA CALLAR.
zo l LO
En mi pais, antes de la pesadilla yo trabajaba en 10s
andamios. Los compañeros dicen que cantaba. YO
no me daba cuenta. Aquel andamio era como un
trapecio volante sin red, al sol, a la lluvia, ai viento.
Un dTa, balanceándome por allá arriba, vi como todo
se llenaba de tanques, de soldados. “ ¡Bájate PUS
huevón, que están disparando! ”. . . Y empezó la
pesadilla : golpes, amenazas. “ ¡Alguien estaba
disparando desde un edificio en construcción!
tú conchetumadre! ” Me expulsaron y llegué aquí
con la mujer y los chiquillos.
Primero, los abrazos de solidaridad y luego, el
hambre. La María se volvió y yo arrinconé a los
chiquillos y empecé a vender lo poco que tenia:
los muebles, la ropa, la sangre. . . Y ahora que no
me queda nada ustedes me exigen dignidad. iDe
dónde voy a sacarla?. . . Se habrá ido con algún
lote de cosas que vendi‘ por cuatro chauchas.
iErar
Comprar una nueva me costará muy caro Y YO nunca
tendré plata para eso.