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literatura hilena - Memoria Chilena

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de Juan Radi rigán<br />

0 AGUSTIN LETL rLIER<br />

17 DE AGOSTO DE 1986<br />

ACHOS DE LUNA»<br />

El nombre de esta segunda obr a que estrena este año Juan<br />

Radrigán muestra el tono poéti co que predomina en’su<br />

producción. Los tres personaje ’s se emborrachan con algunas<br />

copas de vino, pero la principal I causa es la luna. La luna<br />

entra por la ventana del cuarto de Marra y por algunas<br />

rendijas del negocio donde ella vende vino y baila en un<br />

pobre escenario para sus clientc :s. La luna entra y parece<br />

cambiar el clima que se ha inst alado allí. Es una cosa rara<br />

lo que pasa, “ahonda el miedo y la soledad ... pero quita el<br />

odio”, José ha tomado unas cl inco o seis cañas de vino<br />

mientras intenta arreglar el toc, adiscos, necesario para el<br />

show de Marra, el Afuerino ton na algo menos y Marra, contra<br />

su costumbre, después de habe r revelado la causa de su pesar,<br />

también toma lo que sobra en unos vasos. Pero lo que han<br />

bebido no parece ser la causa c le su embriaguez; lo que pasa<br />

oc “,,O Inc t,,mX I I Ill”., .,c;’,-n,<br />

LJ yuc LuIIIv la iuria, a,, cuino a otros los toma el aire.<br />

Esta borrachera de luna no es indispensable en el desarrollo<br />

de la trama, bastaba con lo que hizo el Afuerino para que<br />

aflorara el dolor escondido, pero Radrigán la pone porque le<br />

interesa dar ese tono poético.<br />

Pero no es una poesiá suave o que se detenga en imágenes<br />

en busca de la belleza. Es una poesiá que busca elevar el<br />

tono del lenguaje para darle dignidad y para mostrar con<br />

mayor fuerza la causa del dolor y de la soledad.<br />

Como siempre, los personajes de Radrigán son seres “apalea-<br />

dos” que se encierran en su silencio porque ya no les quedan<br />

fuerzas para decir palabras. Usan el poco ánimo que les<br />

queda para intentar sobrevivir. Y cuando hablan, más bien<br />

ocultan la causa de sus heridas.<br />

Asi’como el lenguaje, aunque áspero, está impregnado de<br />

Poesiá, el clima de la obra está impregnado de silencio. Nada<br />

Se mueve, nada produce ruido en el exterior; es como si en<br />

la población ya no hubiera nadie, y eso, más la luz de la luna,<br />

produce un clima de irrealidad. En el interior también hay<br />

silencio. José hace preguntas a Mariá, intenta acercarse a<br />

ella, pero Marra apenas responde. Ya no quiere nada, se<br />

siente fuera de la vida, fuera de lo que alguna vez fue el<br />

amor y sentirse mujer. Las palabras de José muestran SU<br />

soledad y su temor.<br />

LOS personajes de “Los borrachos de luna” viven en una<br />

Población marginal, pero no es la marginalidad social SU nota<br />

distintiva, es la aspereza y la soledad en que han quedado<br />

Por el dolor que han debido soportar.<br />

LO que realmente les sucede se nos revela de a poco. Primero<br />

nos encontramos con la. excesiva aspereza de Marra. José<br />

quiere tocarla para saber si está viva. María no puede ocultar<br />

Su resentimiento, pero no sabemos a qué se debe. La SUPO-<br />

nemos herida por la humillación de trabajar casi de prostitu-<br />

ta Para sobrevivir. Su sequedad y dureza son molestas pero<br />

explicables. Radrigán logra crear, en el primer acto, una<br />

Inquietud por sus dos personajes tan golpeados.<br />

En el segundo acto, muestra la causa. Conducidos por el<br />

Afuerino, Mariá y José hacen salir lo que tenran oculto. A<br />

José lo roe la injusticia que él le hizo a su mujer, buena,<br />

cariñosa, leal y trabajadora, a la que abandonó por una mujer<br />

más joven y atractiva que destruyó su vida y lo dejó. Es una.<br />

historia triste, pero algo trivial. La de Mari’a, en cambio,<br />

sobrecoge. En su historia hay humillación, rabia y una<br />

inmensa injusticia. Injusticia que el dolor inmotivado que le<br />

causaron; injusticia hacia su hijo que todos rechazan e<br />

injusticia de su hombre, Bernardo, que aún queriéndola, la<br />

abandonó por lo que le habián hecho.<br />

Es constante en las obras de Radrigán, urgar en lugares<br />

doloridos de nuestra sociedad y lanzar una protesta que no<br />

se puede acallar con un gesto de perdón. Pero también es<br />

constante su confianza en la posibilidad de reconstruir,<br />

aunque sea uniendo las miserias para ayudarse a vivir. Sus<br />

personajes han sido despojados de todo, pero les queda<br />

pureza, autorrespeto y una gran necesidad de amor que les<br />

cuesta expresar porque han quedado secos y ásperos, pero<br />

que es el punto desde el cual se podrra comenzar a reconstruir.<br />

Radrigán estrena esta obra con su teatro El Telón.<br />

Aqui’se ve precario, sin el juego teatral de expresiva plastici-<br />

dad de la puesta en escena de “Pueblo del mal amor”. Sólo<br />

tres actores, escasos juegos de luz, tablas viejas verdaderas y<br />

un vestuario que parece no especialmente buscado. Y se ve<br />

mejor, más precario, menos teatral, más Radrigán. Porque el<br />

teatro de Juan Radrigán sigue siendo poco teatro. Hay<br />

poesi’a, monólogos, historias intercaladas, conversaciones que<br />

casi no integran una acción teatral, muchas observaciones y<br />

frases que se captan mejor al leerlas que en la apretada<br />

exposición teatral. Un teatro muy poco teatro, pero de<br />

pronto ... un gran golpe al alma y lo dramático se viene<br />

encima. Nos demoramos en un andar lento, muy estático,<br />

pero cuando aparece lo que estuvo preparando en medio de<br />

entrecortados silencios, duele y tendemos a pensar que eso<br />

no puede ser, pero sabemos qué es.<br />

La dirección de Tennyson Ferrada elude efectos teatrales y<br />

busca entregar la historia en forma directa y sencilla. Rebeca<br />

Garrido está totalmente dentro del tipo que es María, una<br />

mujer apaleada y ya casi sin capacidad de reacción, a pesar<br />

de la fuerza interior que se le siente. En este papel se<br />

alternan semana por medio con Mariela Roi, actriz largamente<br />

vinculada al teatro El Telón. A Pepe Herrera le corresponde<br />

hacer un personaje un tanto irreal, simbólico, con algo de<br />

profeta, de cura o del mismo Salvador. Parece estar cogido<br />

por un poder del que se quisiera librar. Tiene mucho de El<br />

Milagrero de “El toro por las astas”. Su voz poderosa es su<br />

principal recurso. Su modo de hablar y desplazarse, sencillo<br />

y seguro, es convincente. Sergio Madrid tiene la difiCil misión<br />

de presentar a un hombre que, aunque está igualmente<br />

“machucado” que los demás, tiene menos grandeza. Se le<br />

nota recién incorporado a El Telón porque le falta llegar al<br />

modo de hablar caracteriktico de la marginalidad que muestra<br />

Radrigán. Pero está bien, su personaje llega y logra llenar<br />

et escenario en el mucho tiempo en que está solo, en larga<br />

conversación con Marra, que no aparece.<br />

En “Los borrachos de luna”, Radrigán asesta un nuevo y<br />

certero golpe a la conciencia. Es muy directo. El lenguaje<br />

poético no es para esfumar lo verdadero y desgarrador de la<br />

historia sino para dar elevación al lenguaje. La puesta en<br />

escena es ascética, sin artificios teatrales; muestra una preca-<br />

riedad y falta de recursos que es coherente con el espíritu<br />

de las obras de Juan Radrigán.<br />

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