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A medio golpe, Travis retuvo su puño, y luego soltó la camisa de Chris,<br />

haciéndolo caer al suelo. Él estaba jadeando cuando se dio la vuelta para<br />

mirarme; Nunca lo había visto tan sobresaltado. Tragué duro y di un paso<br />

hacia atrás mientras él pasaba a mi lado.<br />

Di un paso para seguirlo, pero América agarró mi brazo. Shepley la besó<br />

rápidamente, y luego siguió a su primo hacia la puerta.<br />

—Jesús —susurró América.<br />

Nos dimos la vuelta para ver a los compañeros de equipo de Chris<br />

recogerlo del suelo, y me encogí ante su cara roja e hinchada. La sangre<br />

brotaba de su nariz, y Brasil le entregó una servilleta de la mesa.<br />

— ¡Ese loco hijo de puta! —gimió Chris, sentándose en la silla y llevando<br />

su mano hacia su rostro. Me miró, entonces—. Lo siento, Abby. Estaba sólo<br />

bromeando.<br />

No tenía palabras para replicar. No podía explicar que había ocurrido.<br />

—Ella no se ha acostado con ninguno de ellos —dijo América.<br />

—Nunca sabes cuándo callarte, Jenks —dijo Brasil, disgustado.<br />

América tiró de mi brazo. —Vamos. Vámonos.<br />

Ella no perdió tiempo arrastrándome hacia su auto. Cuando ella<br />

encendió el motor, agarré su muñeca. — ¡Espera! ¿A dónde vamos?<br />

—Vamos al apartamento de Shep. No quiero que él esté solo con Travis.<br />

¿Lo viste? ¡Él ha pisado fondo!<br />

— ¡Bueno, yo tampoco quiero estar cerca de él!<br />

América me miró con incredulidad. —Obviamente, tenemos que hacer<br />

algo por él. ¿No quieres saber cómo está?<br />

—Mi sentido de auto-preservación pesa más que mi curiosidad en este<br />

punto, Mare.<br />

—Lo único que lo detuvo fue tu voz, Abby. Él te escuchará. Tienes que<br />

hablar con él.<br />

Suspiré y solté su muñeca, cayendo contra el respaldo de mi asiento. —<br />

Está bien. Vemos.<br />

Nos detuvimos en el estacionamiento, y América aparcó entre el auto de<br />

Shepley y la motocicleta de Travis. Ella subió las escaleras, poniendo sus<br />

manos en sus caderas dramáticamente.<br />

— ¡Vamos, Abby! —gritó América, haciendo señas para que la siguiera.<br />

Vacilante, finalmente la seguí, deteniéndome cuando vi a Shepley bajar<br />

apresurado las escaleras para hablar en voz baja con América. Él me miró,<br />

negó con su cabeza, y entonces susurró algo otra vez.<br />

Librosdelcielopersonal.blogspot.com

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