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camiseta y shorts, colocándome mis gafas y cepillé un peine a través de mi<br />

cabello. La crema hidratante de noche que Travis había traído llamó mi<br />

atención, y no pude evitar sonreír. Él era atento y agradable cuando lo quería<br />

ser.<br />

viejo!<br />

Travis abrió la puerta otra vez. — ¡Vamos, Pidge! ¡Me estoy haciendo<br />

Arrojé el peine en su dirección y él se agachó, cerrando la puerta y<br />

riéndose durante el camino a su habitación. Me lavé los dientes y arrastré mis<br />

pies por el pasillo, pasando el dormitorio de Shepley en el camino.<br />

—Buenas noches, Abby. —llamó América desde la oscuridad.<br />

Dudé antes de golpear dos suaves golpes en la puerta de Travis.<br />

—Entra, Pidge. No tienes que tocar.<br />

Él abrió la puerta y entré, viendo su cama de hierro negro paralela a la<br />

línea de ventanas en el extremo de la habitación. Las paredes estaban<br />

desnudas a excepción de un solitario sombrero encima de la cabecera. Casi<br />

esperaba que su habitación estuviera cubierta de posters de mujeres semi<br />

desnudas, pero ni siquiera vi un anuncio para una marca de cerveza. Su cama<br />

era negra, su alfombra gris, todo lo demás en la habitación era blanco. Parecía<br />

como si acabara de mudarse.<br />

—Bonita pijama. —dijo Travis, notando mi short a cuadros color amarillo<br />

y azul marino y mi camisa de Eastern. Se sentó en la cama y le dio unas<br />

palmaditas a la almohada a su lado —. Bien, ven. No voy a morderte.<br />

—No te tengo miedo. —le dije, acercándome a la cama y dejando el libro<br />

de biología junto a él—. ¿Tienes una pluma?<br />

Él asintió con la cabeza hacia su mesa de noche. —Primer cajón.<br />

Me estiré sobre la cama y abrí el cajón, encontrando tres bolígrafos, un<br />

lápiz, un tubo de jalea KY, y un tazón de cristal lleno de paquetes de diferentes<br />

marcas de condones. Asqueada, tomé una lapicera y cerré el cajón.<br />

— ¿Qué? —Preguntó, dándole vuelta a una página del libro.<br />

— ¿Robaste la clínica de salud?<br />

—No. ¿Por qué?<br />

Quité la tapa de la pluma, incapaz de mantener la expresión de asco<br />

fuera de mi rostro. —Tu suministro de preservativos para toda la vida.<br />

—Más vale prevenir que lamentar, ¿no?<br />

Puse los ojos en blanco. Travis regresó al libro, una irónica sonrisa<br />

apareció en sus labios. Él leyó las notas para mí, resaltando los puntos<br />

principales, mientras él me hacía preguntas y pacientemente explicaba lo que<br />

yo no entendía.<br />

Librosdelcielopersonal.blogspot.com

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