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—¿Está todo bien, Abby? —Preguntó Shepley.<br />

—¿Mare? —dije, indicándole que viniera al pasillo conmigo.<br />

Ella asintió, mirándome con ojos cautos. —¿Qué está pasando?<br />

—Necesito que me lleves a Morgan ahora. No puedo esperar hasta<br />

mañana.<br />

Un lado de su boca se levantó con una conocida sonrisa.<br />

—Nunca pudiste manejar las despedidas.<br />

Shepley y América me ayudaron con mis bolsos, y miré por la ventana<br />

del auto de América en mi viaje de vuelta a Morgan Hall. Cuando dejamos el<br />

último de mis bolsos en mi cuarto, América me agarró.<br />

—Va a ser tan diferente el apartamento, ahora.<br />

—Gracias por traerme a casa. El sol saldrá en unas pocas horas. Mejor<br />

vete —dije, apretando su agarre una vez antes de dejarla ir.<br />

América no miró hacia atrás cuando dejó mi cuarto, y yo mastiqué mi<br />

labio nerviosamente, sabiendo cuán enojada estaría cuando se diera cuenta de<br />

lo había hecho.<br />

Mi camiseta crujió cuando me la saqué por la cabeza, la estática en el<br />

aire se había intensificado con la llegada del invierno. Sintiéndome un poco<br />

perdida, me hice un ovillo debajo mi grueso edredón, e inhalé por la nariz; el<br />

perfume de Travis aún persistía en mi piel.<br />

La cama se sintió fría y desconocida, un agudo contraste con el calor del<br />

colchón de Travis. Había pasado treinta días en un pequeño apartamento con<br />

el mujeriego más infame del Eastern, y después de todas las discusiones y las<br />

suposiciones de última hora, era el único lugar en el que quería estar.<br />

Las llamadas empezaron a las ocho de la mañana, y después cada cinco<br />

minutos durante una hora.<br />

— ¡Abby! —Gruñó Kara—. ¡Contesta el estúpido teléfono!<br />

Me estiré y lo apagué. No fue hasta que escuché los golpes en la puerta<br />

que me di cuenta que no me iban a dejar pasar el día escondida en mi cuarto<br />

como planeaba.<br />

Kara tiró de la perilla. — ¿Qué?<br />

Librosdelcielopersonal.blogspot.com

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