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Al igual que mi padre.<br />

— ¡Abby! ¡Ahí estás! ¡He estado buscándote por todas partes! —dijo<br />

América, corriendo a través de la puerta. Ella alzó su teléfono celular—. Acabo<br />

de hablar por teléfono con mi papá. Mick los llamó ayer por la noche.<br />

— ¿Mick? —Mi rostro se contrajo en asco—. ¿Por qué los iba a llamar?<br />

América levantó las cejas como si yo debiera saber la respuesta. —Tu<br />

madre seguía colgándole.<br />

— ¿Qué quería? —dije, sintiéndome enferma.<br />

Ella apretó los labios. —Saber dónde estás.<br />

—No se lo dijeron, ¿verdad?<br />

El rostro de América se crispó. —Él es tu padre, Abby. Mi padre sintió<br />

que él tenía derecho a saber.<br />

—Él va a venir aquí —dije, sintiendo mis ojos quemar—. ¡Él va a venir<br />

aquí, Mare!<br />

— ¡Lo sé! ¡Lo siento! —dijo ella, tratando de abrazarme. Me alejé de ella y<br />

me tapé la cara con las manos.<br />

Un par de manos fuertes y familiares se posaron protectoramente sobre<br />

mis hombros. —No te hará daño, Pigeon, —dijo Travis—. No se lo permitiré.<br />

—Él encontrará la manera. —dijo América, mirándome con pesadez en<br />

los ojos—. Siempre lo hace.<br />

— ¡Tengo que salir de aquí! —Sujeté el abrigo que me rodeaba y tiré de la<br />

manija de las puertas francesas. Estaba demasiado molesta como para<br />

coordinar mis pasos. Mientras las lágrimas caían por mis mejillas, la mano de<br />

Travis cubrió la mía. Él presionó, ayudándome a abrir la puerta. Lo miré,<br />

consciente de la ridícula escena que estaba haciendo, esperando ver una<br />

expresión de confusión o desaprobación en su rostro, pero él me miraba con<br />

sólo comprensión.<br />

Travis envolvió su brazo mí alrededor y bajamos a la planta baja,<br />

escaleras abajo y entre la multitud hacia la puerta. Los tres lucharon para<br />

seguirme el paso mientras yo zigzagueaba hasta el Charger.<br />

La mano de América se aferró de mi abrigo, deteniéndome en seco.<br />

—Abby —susurró, señalando a un pequeño grupo de personas.<br />

Estaban alrededor de un hombre mayor y desaliñado, quien señalaba<br />

frenéticamente hacia la casa, sosteniendo una fotografía. Las parejas asentían<br />

con la cabeza, discutiendo la foto uno al otro.<br />

Me dirigí hacia al hombre y tomé la foto de su mano. — ¿Qué demonios<br />

estás haciendo aquí?<br />

Librosdelcielopersonal.blogspot.com<br />

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