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América pasó a su lado, y se paró al lado de mi cama. —¿Qué demonios<br />

está pasando? —Gritó. Sus ojos estaban rojos e hinchados, y todavía estaba en<br />

pijama.<br />

Me senté. —¿Qué, Mare?<br />

—¡Travis es un maldito desastre! No quiere hablar con nosotros, está<br />

destrozando el apartamento, arrojó el estéreo a través de la habitación… ¡Shep<br />

no puede hacerlo entrar en razón!<br />

Me froté los ojos con las palmas de mis manos, y parpadeé. —No lo sé.<br />

—¡Mentira! Vas a decirme que demonios está pasando, ¡Y vas a decírmelo<br />

ahora!<br />

Kara tomó su bolso para la ducha y huyó. Cerró la puerta fuertemente<br />

detrás de ella, y yo fruncí el ceño, con miedo de que le diga a la consejera de<br />

residencias, o peor, al Decano de Estudiantes.<br />

—Baja la voz, América, Jesús —susurré.<br />

Ella apretó los dientes. —¿Qué hiciste?<br />

Supuse que él estaría enojado conmigo; no sabía que entraría en cólera.<br />

—Yo… no lo sé —tragué.<br />

—Intentó golpear a Shep cuando se enteró que te ayudamos para que te<br />

fueras. ¡Abby! ¡Por favor dime! —Suplicó, sus ojos brillando—. ¡Me está<br />

asustando!<br />

El miedo en sus ojos me obligó a decir sólo la verdad parcial. —<br />

Simplemente no pude decir adiós. Sabes qué difícil es para mí.<br />

—Es algo más, Abby. ¡Él está absolutamente loco! Lo escuché gritar tu<br />

nombre, y después recorrió todo el apartamento buscándote. Irrumpió en el<br />

cuarto de Shep, demandando saber dónde estabas. Entonces intentó llamarte.<br />

Una, y otra, y otra vez —suspiró—. Su rostro estaba… Jesús, Abby. Nunca lo<br />

había visto así. Arrancó las sabanas de la cama, y las arrojó, arrojó sus<br />

almohadas, destrozó el espejo con su puño, pateo su puerta… ¡rompiendo las<br />

bisagras! ¡Fue la cosa más aterradora que he visto en mi vida!<br />

Cerré mis ojos, obligando a las lágrimas agrupadas en mis ojos correr por<br />

mis mejillas.<br />

América me empujó su celular. —Tienes que llamarlo. Por lo menos<br />

tienes que decirle que estás bien.<br />

—Está bien, lo voy a llamar.<br />

Me volvió a dar su teléfono. —No, vas a llamarlo ahora.<br />

Tomé su teléfono en mi mano y toqué los botones, tratando de imaginar<br />

qué podría decirle. Ella lo arrebató de mi mano, marcó, y me lo pasó. Sostuve<br />

el teléfono en mi oído, y respiré hondo.<br />

Librosdelcielopersonal.blogspot.com<br />

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