Informe 12-13. Murcia - Foro Ignacio Ellacuría

- Fuente de socialización totalizadora, que provee de mecanismos implícitos y
explícitos que dispensan al sujeto de buscar otros fuera de la misma y le ayuda a
articular elementos dispersos y desfasados.
- Proporcionadora de identidad.
- Orientadora de conductas individuales y grupales, ofreciendo justificaciones y
sentido a las acciones, definiendo a los enemigos y los métodos para combatirlos.
9.- Conclusiones: La violencia como resultante de los cuatro referentes
- La violencia está al servicio de la identidad. Es una estrategia para acentuarla,
reforzarla y definirla. La racionalidad social se apoya sobre todo en el ejercicio de la
violencia y los estados se apoyan en ella. La violencia también consigue valía y
poder de forma visible, inmediata y fácil de evaluar.
- La violencia crea y defiende un territorio simbólico y a veces incluso un territorio
real del que son expulsados otros ocupantes mediante el ejercicio de violencia
simbólica o real.
- Las agresiones producidas por los jóvenes tienen que ver con el poder (quién domina
y define las situaciones).
- El grupo ampara y a la vez diluye la responsabilidad individual, ofreciendo protección
física, psicológica y legal.
- La imagen delinea de forma superficial e inmediata una existencia social y el
imaginario polariza la percepción de la realidad, creando enemigos, invistiéndolos
de maldad y preparando el camino a la agresión.
- La ideología, por último, construye un cuerpo argumentativo que dota de coherencia
y validez a ciertas representaciones imaginarias. Apoyándose en figuras de
prestigio que recogen lo mítico del pasado, señala a las víctimas, ofrece sentido a las
acciones agresivas y las justifica moralmente.
Los jóvenes como parte de la humanidad tienen su cuota de violencia. La represión
de la misma conduce al fracaso anticipado, ya que ella misma es una forma de
violencia y su ejercicio una de sus formas de reproducción. No se trata de complacernos
en su inevitabilidad sino de encontrar modos de integrar la violencia asumible
por la sociedad, y entre ella no está la nazi o fascista. En este terreno, la autora
destaca la utilidad de actuar en el nivel del discurso, quitando poder a escenarios o
argumentos susceptibles de generar violencia.
La violencia es la otra cara del poder y los jóvenes tienen hoy por hoy una relación
precaria con el mismo, ocupan el lugar desfavorecido en unas relaciones desequilibradas.
Tal vez la posibilidad de desarrollar violencia que otorgue poder y no
desarrollar la que otorga el poder resulte atractiva para determinados grupos juveniles.
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