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Informe 12-13. Murcia - Foro Ignacio Ellacuría

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sufrido por ellos mismos con la pérdida. Y el Estado sólo puede gestionar la repercusión<br />

pública del perdón, pero no administrarlo.<br />

Otro de los límites del perdón es el que señala H. Arendt: sólo lo que puede ser<br />

castigado puede ser perdonado. Si el crimen es de una dimensión tan extraordinaria<br />

que es imposible encontrar un castigo a su medida (Shoah) el perdón también se<br />

vuelve imposible. Si embargo, Derrida señala la paradoja de que sólo tiene sentido<br />

perdonar la imperdonable. El perdón sería una acción límite en los límites, posibilidad<br />

de lo imposible.<br />

Derrida apuesta por un perdón sustraído a toda funcionalidad, independiente del<br />

reconocimiento de culpa y del arrepentimiento, no sujeto a ningún tipo de<br />

intercambio. En otro plano se situaría el perdón condicional, ligado la arrepentimiento,<br />

que busca la transformación del culpable, inscrito en procesos de reconciliación<br />

volcados hacia objetivos comprensibles. El primer perdón no puede fundar ninguna<br />

política ni orden jurídico. La única función política de este perdón sería visualizar negativamente<br />

la lógica del intercambio y de la justicia como venganza controlada,<br />

mostrar el hechizo mítico de la violencia, etc. De este modo estaría reclamando una<br />

superación de la lógica del intercambio y la equivalencia y lo haría por medio de una<br />

lógica distinta e irreconciliable con ella: la del don. Ésta permitiría reconocer que,<br />

aunque el castigo siga jugando un papel fundamental como mensaje de la sociedad<br />

a los perpetradores, carece de fuerza regeneradora.<br />

En su afán de liberar el perdón de toda instrumentalización corruptora, Derrida<br />

acaba desposeyéndolo de dimensiones fundamentales que no necesariamente lo degradan,<br />

como son la necesidad de reconocer el daño, de colocar en el centro a las<br />

víctimas y de superar la lógica de la venganza.<br />

En su dimensión política, el perdón apunta a una democracia no confinada en la<br />

representación y en los (des)equilibrios de poder. Por eso no puede desvincularse de<br />

una reflexión y debate públicos sobre las causas de los conflictos, íntimamente ligados<br />

a un sistema económico que genera desigualdad y refuerza la dominación, con<br />

culturas que reproducen el clasismo, el sexismo, la xenofobia y el culto a la fuerza,<br />

que invisibiliza la las víctimas y las hace irrelevantes en cualquier proceso de construcción<br />

comunitaria. En este contexto, la impunidad es mucho más que los perpetradores<br />

queden libres de castigo judicial, consiste en la perpetuación de estas dinámicas<br />

que generan la violencia y el crimen. Un perdón que no afecte a estas dinámicas<br />

sería pura retórica o interés.<br />

***<br />

En todo proceso de reconstrucción de una sociedad que ha sufrido la violencia<br />

debe hacerse presente la tríada verdad-justicia-reconciliación. Sin justicia la verdad<br />

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