Informe 12-13. Murcia - Foro Ignacio Ellacuría

e, en el campo de la moral. Los judíos influyeron por sí mismos, como pueblo
aparte, pero también y sobre todo a través del cristianismo que nació del judaísmo
(¡fuera de lo que es hoy Europa!), pero se expandió muy pronto en el mundo helenista
y romano.
1. El cristianismo sigue siendo un tipo de judaísmo. Eso significa que la herencia
de Israel ha seguido penetrando en Europa a través del cristianismo, pero lo ha hecho
de una forma mesiánica y universal. La iglesia cristiana ha conservado una raíz judía
(israelita), pero la ha reinterpretado de un modo peculiar, destacando, por un lado,
los aspectos más sacrales de su organización (jerarquía episcopal, culto eucarístico)
y abriéndose, por otro, al mundo social y religioso del imperio romano. Al superar
una fijación nacional y al introducirse en todas las clases sociales, la iglesia ofrece
al imperio romano la experiencia espiritual, ética y comunitaria del judaísmo, pero
de un modo católico, es decir, ecuménico, relacionado con los valores humanos en
cuanto tales.
2. El judaísmo sigue existiendo como entidad distinta, de una forma nacional o
separada, y así ha seguido evolucionando e influyendo hasta hoy en Europa, tanto
en un plano positivo como reactivo (a la historia europea pertenecen las expulsiones
y persecuciones de los judíos en España y Alemania, por poner dos ejemplos).
Ciertamente, el judaísmo es más amplio que Europa, pues se ha desarrollado también
en el mundo babilonio-persa y musulmán; pero pertenece a la historia e identidad
actual de Europa (y de Estados Unidos de América).
La presencia de los judíos en Europa ha planteado desde hace mucho tiempo (en
España desde la Edad Media) no sólo el tema de la separación entre Iglesia y Estado
(hay en el Estado ciudadanos que no forman parte de la iglesia), sino también el tema
del carácter multi-étnico y multi-cultural de los estados.
1.2. Cultura griega, helenismo cristiano.
Europa ha nacido de un pacto entre la religión cristiana, pensamiento griego y
racionalidad política, vinculando de maneras distintas esos tres poderes, en un equilibrio
inestable, lleno de violencias, pero también de utopías de reconciliación. Ese
pacto nunca escrito, pero siempre latente, entre pensamiento, poder político y religión,
con la autonomía relativa de cada uno de los tres niveles define toda la historia
de Europa. Por eso, en el surgimiento de Europa encontramos no sólo el pensamiento
helenista y el orden romano, sino especialmente el cristianismo que ha asumido y
transmitido el derecho romano y el pensamiento griego.
Sin el sustrato cristiano (o judeo-cristiano) Europa sería impensable: le faltaría una
experiencia de libertad personal, de respeto a la dignidad del hombre, de moralidad.
Pero el influjo griego sigue siendo básico, pues una Europa sin tensión de libertad racional,
de búsqueda intelectual, de pasión por el diálogo social y la democracia política
no sería Europa.
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