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Informe 12-13. Murcia - Foro Ignacio Ellacuría

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• El estado debe replantearse la irresponsabilidad y violencia de muchos jóvenes<br />

como un problema asociado con la práctica de nuestra sociedad de considerarles<br />

inútiles para toda contribución significativa. Una escuela desmoralizada<br />

y rendida agrava el problema de la violencia hacia los padres.<br />

• El sistema de justicia juvenil debería estar más preparado y más ágil para responder<br />

con rapidez a estos jóvenes violentos. Ellos deben saber que lo que<br />

hacen es un delito, y que no pueden quedar impunes.<br />

• Deberíamos recoger en nuestra filosofía educativa las enseñanzas de los hombres<br />

y mujeres que muestran un gran compromiso moral.<br />

****<br />

El debate posterior giró en torno a las siguientes cuestiones:<br />

Las personas necesitamos las normas, aunque sólo sea para poder romperlas o rebelarnos<br />

contra ellas. Pero si no hay nada que romper, tampoco hay nada que sustituir<br />

(ni nada con qué sustituirlo). El autor defiende que el problema de la violencia<br />

de los hijos contra los padres no ha estado siempre presente, o al menos no con tanta<br />

virulencia como en la actualidad. Él relaciona este fenómeno con otros síntomas de<br />

un mundo nuevo en el que la ausencia de normas es cada vez más patente. El antiguo<br />

modelo familiar, caracterizado por un padre autoritario y una madre cuidadora,<br />

se ha roto y en su lugar se ha instalado una relajación normativa especialmente peligrosa<br />

cuando se convierte en patrón de la relación paterno-filial durante la primera<br />

infancia (alrededor de los 6 años).<br />

Las familias desarrollan cada vez una parte mayor de sus vidas fuera del hogar y<br />

separados unos de otros y los padres disponen cada vez de menos tiempo para dedicarles<br />

a sus hijos porque también disponen de menos tiempo para dedicarse a ellos<br />

como individuos y como pareja. El tiempo del trabajo y el tiempo del consumo han<br />

fagocitado al tiempo familiar. Estos padres ausentes difícilmente van a inculcar a sus<br />

hijos normas y modelos. Esta carencia es sumamente perniciosa para el desarrollo de<br />

la autoestima y el sentido de pertenencia, ambos indispensables para tener criterio<br />

propio frente a una sociedad donde priman el individualismo, la competitividad, la<br />

banalización de la violencia y el sufrimiento, el hedonismo, el consumismo y la satisfacción<br />

inmediata de los deseos (o la frustración inmediata, con respuesta violenta<br />

incorporada muchas veces, cuando se descubre que rara vez éstos pueden cumplirse,<br />

o que el cumplimiento sigue dejando insatisfecho).<br />

Esta ausencia de modelos también impide a los niños interiorizar la autoridad<br />

para, llegado el momento, poder juzgar la propia norma. La relación que acaban<br />

manteniendo con ella es meramente externa, por lo que el incumplimiento de la<br />

misma no tiene como consecuencia la culpa (interna), sino la vergüenza. El problema<br />

no está en la transgresión sino en que te “cacen”.<br />

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