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Informe 12-13. Murcia - Foro Ignacio Ellacuría

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fuerte frente al débil. Suelen ser asimismo niños que arrastran el fracaso escolar desde<br />

pequeños, con una importante frustración porque el mundo académico se les<br />

muestra como algo incomprensible a lo que nunca tendrán acceso. La fuerza se convierte<br />

en una herramienta para canalizar esa frustración y para ser alguien, o en otras<br />

ocasiones como una forma de darle la vuelta a la tortilla, como una nueva encarnación<br />

del “desprecia cuanto ignora” del español machadiano. No es que el sistema me<br />

cierre sus puertas, es que yo no quiero formar parte de él.<br />

Frente a la opinión generalizada de que este fenómeno surge en los centros de<br />

secundaria, la realidad nos dice que los chicos no se hacen violentos en los institutos,<br />

ya llegan así a ellos y a una edad en la que es bastante difícil la intervención, máxime<br />

con la carencia de recursos y la saturación actual de otras herramientas como servicios<br />

sociales y centros de menores.<br />

La imagen tradicional que tenemos de la violencia escolar está compuesta por<br />

chicos que agreden a otros chicos, chicos que graban a sus profesores… a veces por<br />

profesores que insultan o menosprecian a sus alumnos. Esa imagen obvia que el propio<br />

sistema escolar es coercitivo a través de sus contenidos, normas, horarios… y<br />

también deja de lado su histórico papel en el proceso de domesticación de la clase<br />

obrera. No se trata de volver a utopías pedagógicas libertarias al estilo de Summerhill,<br />

pero tampoco de obviar la violencia estructural del propio sistema.<br />

Toda la comunidad educativa está sometida a presión (currículos, ratios…). En la<br />

era de la productividad neoconservadora, también aplicada a la educación, la atención<br />

a la diversidad (tan necesaria para que los alumnos puedan sentir que “son” dentro<br />

de este sistema) funciona como un mantra que poca realidad sostiene debajo, ya<br />

que no se emplean los recursos necesarios para que se haga posible, aunque también<br />

es cierto que muchos profesores siguen siendo incapaces (por formación o por comodidad)<br />

de asumir el cambio de modelo educativo que ella supone.<br />

Por si las contradicciones internas del sistema educativo fueran pocas, la sociedad<br />

considera que la escuela debe transmitir unos valores que ella misma dice poseer<br />

pero que raras vez encontramos en las prácticas sociales reales. El discurso acerca de<br />

la “bondad” se convierte de este modo en un discurso carente de valor y que incide<br />

negativamente en la imagen de la institución y en su pérdida de autoridad. ¿Puede<br />

una escuela así devaluada afrontar con visos de éxito el problema de la violencia que<br />

se produce en su seno aunque el germen esté fuera de ella?<br />

Pero sin duda, uno de los grandes factores que debemos tener en cuenta a la hora<br />

de abordar el fenómeno de la violencia escolar son los nuevos modelos familiares<br />

y la necesidad de reestructuración del mundo afectivo que se deriva de ellos. Cada<br />

vez es mayor el número de familias monoparentales en las que los hijos son a veces<br />

desatendidos por imposibilidad psicológica o laboral y otras veces se les pide que<br />

suplan las carencias de la relación rota. También es mayor el número de familias con<br />

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