Informe 12-13. Murcia - Foro Ignacio Ellacuría

son nuestras hazañas, nuestra práctica global, sino nuestro currículo. Esta reducción
empequeñece al ser humano (somos lo que hacemos para el sistema económicoproductivo
laboral), escondiendo los otros hilos, que son probablemente más ricos,
incluso para nosotros mismos.
Tampoco debemos olvidar que hay partes de identidad que perdemos, que
dejamos de ser.
Por último, la identidad es un proceso en permanente construcción, que sólo se
clausura cuando se acaba la vida.
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Todas las identidades son construcciones simbólicas que toman cuerpo a través
de atribuciones sociales. Estas construcciones vehiculizan y dan legitimidad a los
conflictos, entreverándose con los mecanismos de poder. En ocasiones, la atribución
deriva hacia la imputación, sacando a la luz el germen de violencia que está latente
en toda atribución. Estos procesos no funcionan igual en todos los individuos. A
veces, se crean identidades idealizadas que chocan con la realidad y generan un
sentimiento de frustración que hace necesaria la creación de un chivo expiatorio para
compensarla.
La desvinculación entre el elemento simbólico y el real crea identidades de sustitución
divergentes con las anteriores, basadas en elementos más normales. En estos
casos, existe violencia no sólo entre la identidad propia y la de los otros, sino entre
la identidad real (lo que soy), la identidad imaginada (lo que creo que soy) y la identidad
deseada (lo que quiero ser). El conflicto interno se vuelve fácilmente externo
cuando la identidad que ven los otros es la que precisamente yo no quiero ver (la primera
de la tres). Esta disrupción está en la base de muchos fenómenos identitarios
grupales ligados a la violencia (como vimos en la sesión dedicada a la relación entre
violencia y juventud).
La imposición de una identidad pública que obligue a la represión de rasgos
identitarios considerados en conflicto con ella también esconde un alto potencial de
violencia.
Francia, por ejemplo, es un estado unificado por decreto y el que no se siente
francés se ve sometido a una identidad pública que a menudo entra en conflicto con
la privada. La relegación al ámbito individual hace que los rasgos reprimidos se conviertan
en dominantes en la construcción de una rígida identidad de resistencia o
bien busquen su expresión pública a través de la violencia.
Determinadas construcciones identitarias no se pueden imponer, pero eso no se
resuelve expulsándolas de la vida pública. Hay que tematizarlas, expresar el conflicto
y crear formas de entendimiento. Si se esconden surgen de forma patológica.
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