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en el particular, si bien me persuaden de lo asequible
de esla empresa , cuyo favorable éxito aerrccnlaria
la riqueza de nuesiro» labradores v aun de los
propietarios de un modo inny considerable ; me impiden
eslendcrme en esla materia y vuelvo á mi objeto
que es la lúlaza.
Para convencemos de la necesidad de sistematizarla
, tratando de perfeccionar nuestras sederías y de
la de velar sobre los cosecheros, basta observar: la
falta de inteligencia con que en lo general se practica
esta operación dirigida únicamente por las viejas
rutinas y preocupaciones de aquellos : que no se separan
las diversas clases del capullo confundiendo,
las mas veces con los de ahuwar el esquisito ó de
ebra Jinisüna : que se almga ó cuece sin discernimiento
alguno, se trabaja siu la conveniente economía, y
frecuentemente se adultera para aumentar su peso y
I oil,! el que haya visto hilar en este país sabe que
cinco ó seis capullos concurren á la vez á formar un
¡Uto: que suelen reducirse a solo uno, y que algunas
veces llegan hasta doce ó quince los capullos de
que se saca el mismo hilo, produciéndole de consiguiente
con una desigualdad tan perjudicial como
monstruosa ('^. Esla y otras deformidades que causan
inmediatamente el atraso é imperfección de los
tejidos, exige la regeneración, digámoslo así, de las
operaciones, y que so sujeten los hilanderos al uso
de las máquinas y sistema perfeccionado , bien sea do
Mr. Vaucauson, bien de las que usan los Señores
Sánchez y Lozano, ó de la que se halla descrita en
la memoria presentada en esta lleal Sociedad por Don
Vicente Tacngua.
l.i seda hilada bajo la dirección de este aplicado
fabricante se vendió los años anteriores en la lonja
de esla Ciudad mas cara que la mejor hilandera de
la lioyincia, y se elaboró con éxito, facilidad y sin
desperdicio. Este método, por su sencillez , y el poco