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con el mismo tesón que en la juventud. Si es admirable
que en aquella edad estudiase basta el eslrcmo de
conciliar el sueno por la noche solamente apoyando la
cabeza sobre el libro, y que comiese, con éste al lado
del plato, leyendo, ¿cuánto mayor no será nuestra admiración
al oir de los que le rodearon que conservó
esta costumbre hasta los últimos instantes de su vida?
Asi es, que aun le reservaba el cielo los mas gloriosos
laureles; que adelantando en años habia adelantado en
virtudes y conocimientos. Así va creciendo el cedro
sin esparcirse en ramas para poder elevarse mas; pero
cuando ya es eminente la altura, y su cabeza pretende
esconderse entre las nubes, estiende sus brazos y retoña
cada primavera en nuevas ramas. Uno de sus mas
osados proyectos habia sido el de tratar de las antiguas
monedas españolas que en vano pretendieron descifrar
Agustín , ÁVormio , líuelbek , Mandel , Bajas , Marti,
Velazquez y otros muchos, así nacionales como estrangeros.
Conocía que el alfabeto y lenguas fenicia y griega
se derivaban de la hebrea, y que para poder leer y
aclarar las monedas antiguas españolas debia lijarse
con exactitud la existencia , la edad, las inscripciones,
el valor y el peso de las hehrco-samaritanas.
Estas eran enteramente desconocidas y estaban cubiertas
por densas nieblas, basta que, á mediados del
siglo diez y seis, el célebre anticuario Guillclmo Portel
encontró y presentó una moneda samaritana. Arias
Montano , Macio , Villalpando y Vv'alton publicaron
otras , procurando dar alguna luz para adivinar sus
oscuras y no entendidas leyendas. Lució el siglo diez y
ocho, y el sabio Cornigio, emprendiendo tenazmente
la averiguación de estas monedas, habló con verdad y
exactitud de ellas, y escluyó las hebreas con caradores
asiriacos de las verdaderas sainarilanas lijando su edad.
M'agrnseilio y Basnage se empeñaron en negar la existencia
de tales monedas, y llenrion se esforzó en atribuirlas
al bien conocido impostor Simón Barcoccba.
Esta disensión empeñó á la Academia Real de París en