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La Sociedad dispensará el haberme estendido demasiado
en este punto, pero me lia obligado el considerar
que no hay discusión que sea larga cuando su
trata de un asunto tan importante como es el alimento
del bombre.
Concluiré esla segunda parle con el final de la carta
del célebre médico Trances Alfonso l.eroy al ciudadano
Dailelrc. ,, Adoptando estos principios (dice) podría
emprender el gobierno obras grandes y hermosas
manteniendo económicamente á los Ira bajadores. ¡Qué
medio tan sencillo de promover la felicidad pública! A
la facilidad de mantener los hombres en África y Asia
se debieron aquellos canales y edificios inmensos cuyas
ruinas admiran todavía. ¡Qué ventajas conseguiría la
moral misma! La ociosidad de los que existen en las
e otiles. les hace emplear su imaginación , en meditar
mas bien los robos para cuando salgan de ellas. Un gobierno
paternal podía evitar este inconveniente , ocupándoles
en algún Iraliajo que los distrajese y produjese
pora alimentarles bien. Los mejores adornos de París
se hicieron por mendigos, que se recogieron y reunieron
bajo el nombre de Regimiento ile i» Auula, y
como eslahan bien mantenidos, muclios polwcs que no
tenían donde trabajar, pidieron que si- les agregase i
él; y así un regimiento que en un principio no se componía
mas que de vagamundos, mereció después la es-"
limación pública por sus útiles trabajos. De esta suerte
se podría, ú imitación de los romanos, abrir á muy
poca coala caminí» y canales, y estas grandiosas obras
públicas, apagarían mas de lo que se puede pensar el
espíritu revolucionario, porque los adornos públicos
crean un espíritu público, y todos aman á un gobierno
que hermosea y fertiliza el suelo de su patria. De
aquí nace la presunción y el orgullo de pertenecer á
aquel pus, y pierden sus naturales la inania de alabar
» otros con detrimento propio."