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con las manos que no osan levantar , con el aliento
que gastan en denigrar al talento. Pero ¿qué importa
que las nubes nos priven por un instante del sol, si el
sol es poderoso á disiparlas, y nos parece después mas
terso su esplendor, mas hermosos sus rayos ?
Y si las pasiones oscurecen y sepultan casi siempre
á los varones ilustres durante su existeucia, ¿cuál será
el mérito, cuál la fueras de atracción, cuál el poder
irresistible de aquellos pocos que vencen á las pasiones
mismas y brillan desde la cuna á la tumba? ¿Cuáles
debeu ser los merecimientos, las virtudes y el colosal
ingenio de 1). Francisco Pérez llayer, de este astro del
siglo décimo octavo, que esparció un rastro de luz por
todas las naciones (pie corrió, desde la humilde casa
cu que se abrieron por primera vez sus ojos, hasta el
sagrado templo donde yacen sus despojos mortales?
Poro si he de hablar, ó sabios valencianos, de todas
sus prendas; si le he de pintar en grande, preciso
es (pie renuncie á mi deseo: ni alcanzan mis fuerzas á
tanto, ni los limites de un discurso académico, permiten
tal cstension. Contentáronle , pues, con ofrecer
á vuestros ojos su retrato en miniatura ; procurando
que la exactitud y la sencillez ocupen los vacíos do la
grandilocuencia.
Valencia fue la patria del ilustre D. Francisco Pérez
Bayer, que vio la luz en el primer año de la segunda
decada del siglo diez y ocho (*). Este delicioso pais,
semejante en un todo á los campos clisóos, (pie nos
pintó la antigüedad , sostuvo su cuna y pudo inspirarle
desde su primer momento ideas gratas, que recibiría
con la vista de un cielo siempre sereno, y un suelo
siempre llorido. Nació de unos humildes artesanos,
que la fortuna mas veces destina al ingenio chozas (pie
palacios , para (pie cuanto mas oscuro sea su albergue,
tanto mas brille el mérito.
Artesanos eran, pero honrados y virtuosos, y educados
con los principios de la mas pora moral , é imbuidos
en la cierna verdad de que los hijos son lo que