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ser los conciudadanos de San Dámaso y San Lorenzo.
Pero Bayor , que no sabia tolerar tamaña injuria al
suelo donde descubrió por vez primera la luz, lomó
la pluma, y refutando y pulverizando los argumentos
contrarios, hizo ver mas claro que el sol su verdadera
patria.
¡Ó poder de la elocuencia! Los mismos italianos
suscriben á su dictamen: los sabios mas respetables le
aplauden: los primeros personages de la Corle le abrazan
con entusiasmo , y basta el mismo Pontífice le
concede una audiencia. ¿Qué le resta ya que desear?
Henchido de gozo, y ceñida su frente con el lauro inmortal
de la victoria que habia conseguido, mira atónito
á todas partes y esclaina : ,,Volvamos á España á
poner á los pies del trono el fruto de mi viage."
Mas antes de partir fue nombrado Visitador del
célebre Colegio español de San Clemente de Bolonia,
y se dispone para marchar á aquella ciudad. El transcurso
de los años habia hecho olvidar las instituciones
da esle Colegio, establecido para que produjera sabios
á la nación que lo sostenía. El ocio y los deslices, de
que va siempre acompañado , habían invadido este
asilo, que lo era de la sabiduría en otro tiempo, y
quedaban desatendidas Jas miras de su ilustre fundador.
Cuál fuera su estado lo demostró Baycr al Gobierno
en su bella y bien escrita representación titulada:
Por la libertad de la literatura española.
Este escrito produjo desde luego la ventaja de que
el Monarca, volviendo los ojosá aquel eslablecimienlo,
dictó las medulas mas enérgicas que, no solo remediaron
el mal, sino que eslraycndo y corlando sus mas
profundas raices, le impidieren cu lo futuro poder
brotar, é infestar á los dignos alumnos.de San Clemente.
Así Baycr con su vista, no solo consiguió embeberse
en aquel numeroso archivo y recoger los documentos
auténticos que necesitó, sino que librando de la plaga
de los vicios, que quizás amenazaba á aquel Colegio,
le toruó á su prístino esplendor y gloria.