T - DSpace CEU

equivale; á otra que permite al pueblo drsobeeleccr al
gobierno. Sáque'nsc bes consecuencias que' ele este axioma
político se deducen.
Considerando e 1 lujo como efecto ele la vanidad y
del mas alambicado amor propio, bastaría sufocarlo
por los medios que después propondré; pero ocupauelo
un lugar distingnielu e-n nuestra educación y en nuestras
primeras ideas, forzoso será descender á este perioilo
de la vida humana, y arrancar de él la primera
raíz. Tantos son los vicios d»! nuestra educación cuantas
educaciones distintas se dan. En todas se cuse-ña á
lo* niños á anteponerse unos ¡i otros, elesarrollando en
ellos el sentimiento de- preferencia, sin permitir que se
basten á sí mismos, y sin cus-fiarles ed que en ninguna
ocasión pierdan el testimonio de su conciencia, l'ara
destruir esta preocupación debemos imbuir á los niños
el espíritu de moderación, que tan propiamente llama
un francés la soberanía del alma ': y mucho mas en el
estado actual de Europa, en que hemos visto al entusiasmo,
al fanatismo y á la ambición, arraigarse en los
ánimos y agitar al género humano. La sobriedad y frugalidad
ele- la educación pitagórica , y que Licurgo hacia
guarelar á los lace-demonios, son las primeras bases
ele este sistema de moderación; y el aseo y medianía
en los vestielos una consecuencia de ella. Así, poseído
cada cual de su dignidad de hombre por el desarrollo
de"estos sentimientos, y convencielo por principios de
las rerdadefl ele la moral, cifraría su gloria en ser útil
á sus semejantes por el conocimiento ele sus propias necesidades
epic por sí solo no puede satisfacer. Ocuparían
las fibras de su cerebro ideas exactas del bien y de
la virtud, no las frivolas y pueriles de sobresalir con
un trage, un digo, &c. Es, pues, la educación pública
el primero ele los medios de contener el lujo.
Mas como este es un mal que no solamente ha de
corri'girse en los niños, sino que su principal influencia
la tiene sobre los hombres, la educación servirá de
un dique preservativo para los venideros, y de uingu-