El MAESTRO DE IZGREV Capítulo 1º - OMRAAM
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y de todos los ortodoxos búlgaros por parte de la Iglesia griega; acto que, por<br />
consiguiente, no logró disminuir en lo más mínimo el entusiasmo de éstos ni<br />
amilanarlos para el logro de otra nueva conquista. La chispa de la nacionalidad ya<br />
había sido encendida y el pueblo era consciente de sus legítimos derechos de<br />
libertad. Por toda Bulgaria comenzaron entonces a formarse comités secretos en<br />
los que grupos de jóvenes idealista s, encabezados por el intrépido Vasil Levski,<br />
planeaban la forma de liberar a su patria del yugo otomano, logrando luego la<br />
formación de una verdadera organización emancipadora.<br />
Entre aquellos incansables luchadores religiosos de la liberación y el<br />
renacimiento de Bulgaria se hallaba el joven pope Konstantin Danovski. Su ideal<br />
había sido la vida monástica, pero no llegó a realizarlo en virtud de un curioso<br />
acontecimiento que cambió el curso de su aspiración. Sucedió que cuando se<br />
dirigía hacia Calcídica para ingresar al Monasterio de Athos se detuvo en<br />
Salónica para orar en la iglesia de San Demetrio. En medio de sus oraciones fue<br />
sorprendido por extraño estremecimiento: ante él se había materializado<br />
repentinamente un ser sobrenatural, envuelto en un halo de suave luminosidad.<br />
Ese fue el momento más trascendental de su vida. Se sintió invadido por la<br />
sagrada luz y oyó una voz que le decía: "Piensas que en el Santo Monte (Athos)<br />
recibirás lo que deseas, pero tú no has de ser monje" y tras decir tales palabras<br />
desapareció. Un anciano monje que oficiaba en ese momento y que también había<br />
contemplado la aparición, al ver que Danovski permanecía inmóvil en medio de<br />
su asombro, le dijo: "No temas, incognoscible s son los caminos de Dios.<br />
¡Vuélvete!" Entonces volvió a Bulgaria, se ordenó de sacerdote y formó hogar.<br />
EL <strong>MAESTRO</strong><br />
<strong>El</strong> 11 de julio de 1864 fue, sin duda, un día muy feliz para el pope<br />
Danovski y las campanas de la pequeña iglesia de Nícolaevka habrán doblado a<br />
júbilo, no sólo porque ese día la ortodoxia eslava celebrada el día de San Pedro,<br />
sino porque su hogar había sido bendecido con la llegada de un hijo. <strong>El</strong> niño fue<br />
bautizado con el nombre del santo y sus padres supieron brindarle ese ambiente<br />
propicio, indispensable para la formación de los hombres ejemplares. Danovski<br />
fue uno de esos sacerdotes en quienes la plena conciencia de sus deberes como<br />
miembro de la Iglesia no significó un impedimento para abarcar otras actividades<br />
tendientes a la emancipación de Bulgaria y, entre ellas, la que más ocupó su afán<br />
fue la propagación del acervo histórico y cultural de su patria. <strong>El</strong> pequeño Pedro<br />
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