El MAESTRO DE IZGREV Capítulo 1º - OMRAAM
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profunda revisión de las buenas y malas acciones cometidas. Enmendaréis<br />
los pecados y si, a pesar de vuestro esfuerzos y preocupación, no podéis<br />
comprenderlos y corregirlos, los corregiremos nosotros. Si el discípulo no<br />
ve bien y no puede corregirse, el Maestro lo puede corregir.<br />
"¿Qué llevaréis con vosotros al volver a la ciudad? Corregid vuestras<br />
faltas; amad como Dios os ama; trabajad en el campo divino y trazad un<br />
badén por donde vaya la divina bendición hasta la ciudad. Eso se hará, pero<br />
vuestro campo debe estar sembrado. ¿Quién abrirá los postigos de vuestras<br />
ventanas? Esta mañana los abrí yo, y no sólo los postigos sino también los<br />
techos de vuestras casas y he destruido los gruesos muros. Si miráis a<br />
vuestro alrededor veréis que no hay postigos, ni techos, ni muros, esa es la<br />
luz, esa es la libertad.<br />
"Hoy os daré un recuerdo; una hierbecita, un pequeño tallo que os<br />
servirá como emblema porque al mirarlo diréis: 'Yo debo estudiar la ley del<br />
crecimiento'. Cada hierbecita oculta esta fórmula: 'La gran Ciencia de la<br />
Vida es servir a Dios'."<br />
<strong>El</strong> Maestro arrancó un manojo de frescos tallos y los repartió entre<br />
sus discípulos.<br />
-¿Podemos llevar a otros de estos tallos? -preguntó un hermano.<br />
-Sí, pero con la condición de que prometan servir a Dios. -respondió<br />
el Maestro, prosiguiendo luego su plática:<br />
"Si no tenéis en vosotros la idea del servicio de Dios, la hierbecita<br />
carecerá de importancia. Si servís a Dios debéis sembrar algo. En el futuro,<br />
cuando os sentéis sobre el césped habréis de tener la idea de servir a Dios<br />
porque la hierba os hablará de ello. La idea básica de esta plática es servir a<br />
Dios. Empezamos con la más difícil ciencia, la divina, la que nos<br />
descubrirá todo aquello que anhela nuestra alma y nuestro espíritu aspira.<br />
Los puentes más fuertes se construyen sobre los grandes ríos, porque por<br />
ellos han de pasar pesadas cargas. Cuanto más fuerte sea el puente, tantas<br />
más cargas podrán transportarse por él. Cuando un hombre es sano, fuerte y<br />
sabio, Dios le da trabajos más pesados, de mayor responsabilidad. Habrá<br />
quien no quiere ser puente. Debéis convertir os en puentes entre Dios y los<br />
hombres y por vuestras espaldas pasarán los ángeles. Cada ángel que pase<br />
os dejará una bendición. Nosotros habremos de ser puentes no para lo<br />
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