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El MAESTRO DE IZGREV Capítulo 1º - OMRAAM

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que tenéis el corazón vacío sabréis que no tenéis amor. Para obtener el amor<br />

debéis levantaras cada mañana para recibir el primer rayo del sol. Si así lo<br />

hiciereis ya habréis abierto vuestro corazón al amor. <strong>El</strong> primer rayo comprende el<br />

primer pensamiento y el primer sentimiento que pasan a través de vuestra mente<br />

y corazón. Cuando salís del sueño anotad el primer sentimiento. En esto la<br />

naturaleza es muy exigente y presta gran atención a vuestro despertar para saber<br />

cómo es vuestro primer pensamiento y el primer sentimiento que movió vuestro<br />

corazón infantil. Si ella comprueba que tú, como hijo de la vida, ya al salir del<br />

sueño pensáis ante todo en Dios, en el amor que invade vuestra alma y os sentís<br />

plenos de gratitud por todos los dones que recibís, escribirá: "¡Estos niños<br />

llegarán a ser hombres!"<br />

MUSICA y PANEURITMIA<br />

Las sombras de la noche se disipaban y en la penumbra del pre amanecer<br />

comenzaban a perfilarse, con un halo violáceo, los altos pinares. Los ruiseñores<br />

dejaban escuchar los últimos gorjeos de su larga serenata y tras la gasa que cubría<br />

los cristales de las ventanas se encendían, una a una, las luces de las cabañas de<br />

Izgrev.<br />

"Sal de la vida del eterno ocaso, penetra en la vida de la eterna aurora. Deja<br />

las cadenas de la muerte y ve hacia la vida liberada. Sal del abismo oscuro de la<br />

indiferencia y descubre la alegría del amor." Esas breves frases que el Maestro<br />

había pronunciado cierta vez, parecían repetirse siempre como un suave toque de<br />

despertar. Era la hora de comenzar el ritmo de un nuevo día, aunque el ígneo<br />

disco solar no había asomado todavía tras el horizonte; y allá lejos la ciudad,<br />

adormilada aún, permanecía sumergida en la grisácea bruma del profundo valle.<br />

Los hermanos se fueron concentrando en el salón y luego oraron de pie,<br />

frente al oriente. Las siete ventanas estaban abiertas y al filtrarse por ellas el<br />

primer rayo de sol, el Maestro tomó su violín y vibraron en sus cuerdas las notas<br />

de una sublime melodía. Después, como lo hacía habitualmente pronunció su<br />

plática; esta vez, entre otras cosas, dijo:<br />

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