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El MAESTRO DE IZGREV Capítulo 1º - OMRAAM

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La Tracia septentrional fue el escenario donde se desarrollaron las primeras<br />

comunidades órficas y se construyeron los templos para el culto solar. Estos<br />

templos se caracterizaban por sus amplias terrazas abiertas, construidos en<br />

lugares muy altos y casi inaccesibles de las montañas, desde donde podía<br />

recibirse la primera luz del alba. La recepción del alba constituía un solemne<br />

ritual integrado por himnos y danzas sagradas. Quizá debido a ello Orfeo fue<br />

considerado en la mitología el hijo de Apolo y de la musa; aunque es probable<br />

que también se lo llamara el "hijo de Apolo" en virtud de su alto grado<br />

sacerdotal. Aún se conservan en las abruptas y boscosas mesetas que<br />

corresponden actualmente a los montes de Ríla (sudeste de Bulgaria) los restos<br />

del templo que otrora fuera consagrado a Apolo o Helios, el Altísimo.<br />

Amantes de la naturaleza, los órficos vivían en los bosques que<br />

circundaban los templos o en las grutas de las montañas llevando una vida de<br />

rígido ascetismo y purificación. Se alimentaban con hierbas y frutos y se<br />

abstenían de alimentación carnívora en una suprema demostración de respeto por<br />

la vida. Merced a esta disciplina se les permitiría vivir en comunidad junto al<br />

Maestro, pudiendo vestir entonces la túnica blanca que los distinguía como<br />

pertenecientes a la familia sacerdotal y entregarse a los rituales superiores. En los<br />

grados más altos del sacerdocio debían cumplir difíciles exámenes, los que<br />

culminaban con el descenso al Hades, paso hacia el reino de la muerte,<br />

consistente en una especie de trance que permitía al aspirante pasar por una<br />

experiencia similar a la de la muerte física. Mediante este examen lograba<br />

familiarizarse con otros planos superiores de existencia lo que le permitía afirmar<br />

en su conciencia que a la muerte sobreviene la verdadera manifestación de la vida<br />

espiritual. Si pasaba exitosamente esta última prueba, que más que de la muerte<br />

podría denominarse de la inmortalidad, se le entregaba el phorminx, la lira de<br />

siete cuerdas, símbolo del séptuple misterio de la Iniciación.<br />

Las tablillas de oro que se conservan en la actualidad y que encierran la<br />

literatura sagrada de los órficos tienen un sorprendente paralelismo con el Libro<br />

de los Muertos del antiguo ritual iniciático egipcio. Tal cosa se comprende si se<br />

tiene en cuenta que Orfeo fue educado en Egipto y que llevó los Misterios de<br />

Memphis a Tracia para derramar la luz de su sabiduría hacia todo el mundo<br />

balcánico influenciado, sobre todo, a los helenos, quienes consideraron a Tracia<br />

la patria de las musas y la cuna de la luz y la inmortalidad. Prueba de esta<br />

influencia la tenemos, especialmente, en los himnos netamente órficos existentes<br />

en algunos trozos de la Ilíada y La Odisea y en los Versos Dorados de Pitágoras.<br />

La luz de Orfeo brilla desde entonces en el genio creador de toda criatura<br />

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