el convivio dante alighieri - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual
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EL CONVIVIO<br />
DANTE ALIGHIERI<br />
modo estas cosas deslumbran nuestro int<strong>el</strong>ecto, en cuanto ciertas cosas afirman ser lo que<br />
nuestro int<strong>el</strong>ecto no puede mirar, a saber: Dios, la eternidad y la primera materia; las cuales<br />
ciertamente no se ven, y su existencia es con toda fe creída. Y aun aqu<strong>el</strong>lo que son, no<br />
podemos entender sino negando cosas; y así se puede llegar a su conocimiento y no de otra<br />
manera. En verdad, puede aquí dudar mucho acerca de cómo puede ser que la sabiduría<br />
haga al hombre bienaventurado, no pudiendo mostrarle ciertas cosas con perfección, puesto<br />
que es natural en <strong>el</strong> hombre <strong>el</strong> deseo de saber, y sin cumplir su deseo, no puede ser<br />
bienaventurado. A esto se puede responder claramente que en toda cosa se mide <strong>el</strong> deseo<br />
natural según la posibilidad de la cosa deseada; de otro modo iría contra sí mismo, lo cual es<br />
imposible, y la naturaleza lo hubiera hecho en vano, lo cual es también imposible. «Iría en<br />
contra», porque, deseando su perfección, desearía su imperfección, puesto que desearía<br />
desearse siempre e mismo y no cumplir jamás su deseo. Y en este error cae <strong>el</strong> avaro maldito<br />
y no se da cuenta de que desea desearse siempre, al correr tras <strong>el</strong> número imposible de<br />
alcanzar. Lo habría, además, la «naturaleza hecho en vano», porque no estaría ordenado a<br />
fin alguno; y por eso <strong>el</strong> humano deseo está medido en esta vida por la ciencia que aquí se<br />
puede tener, y no pasa a aqu<strong>el</strong> puesto sino por error, <strong>el</strong> cual está fuera de la intención<br />
natural. Y así está medido en la naturaleza angélica y cumplido en cuanto lo está en la<br />
sabiduría que la naturaleza de cada cual puede aprender. Y ésta es la razón de por qué los<br />
santos no se tienen envidia entre sí; porque cada cual añade <strong>el</strong> objeto de su deseo, <strong>el</strong> cual<br />
deseo está medido con la naturaleza de la bondad. De aquí que, como quiera que conocer a<br />
Dios y decir de algunas cosas lo que son no le es posible a nuestra naturaleza, nosotros, por<br />
naturaleza, no deseamos saberlo, y con esto está resu<strong>el</strong>ta la duda.<br />
Luego, cuando digo: Su b<strong>el</strong>dad llueve resplandores de fuego, desciendo a otro<br />
placer d<strong>el</strong> Paraíso, es decir, de la f<strong>el</strong>icidad secundaria en r<strong>el</strong>ación a esta primera, la cual de<br />
su b<strong>el</strong>leza procede. Donde se ha de saber que la moralidad es la b<strong>el</strong>leza de la filosofía;<br />
porque d<strong>el</strong> mismo modo que la b<strong>el</strong>leza d<strong>el</strong> cuerpo resulta de sus miembros, en cuanto están<br />
debidamente proporcionados, así la b<strong>el</strong>leza de la sabiduría, que es cuerpo de la filosofía,<br />
como se ha dicho, resulta de la proporción de las virtudes morales, que hacen gustar aquélla<br />
sensiblemente. Y por eso digo que su b<strong>el</strong>dad, es decir, moralidad, llueve resplandores de<br />
fuego, es decir, recto apetito, que se engendra en <strong>el</strong> placer de la doctrina moral; <strong>el</strong> cual<br />
apetito se aparta, no sólo de los vicios naturales, sino también de los demás. Y de aquí nace<br />
esa f<strong>el</strong>icidad que Aristót<strong>el</strong>es define en <strong>el</strong> primero de la Ética, diciendo que es «operación<br />
conforme a virtud en vida perfecta».<br />
Y cuando dice: Por eso la dama que vea su b<strong>el</strong>leza, sigue en alabanza de ésta.<br />
Grítole a la gente que la siga, diciéndoles su provecho; es decir, que por seguirla a <strong>el</strong>la todo<br />
<strong>el</strong> mundo llega a ser bueno. Por eso dice: La dama, es decir, <strong>el</strong> alma, que oiga censurar su<br />
b<strong>el</strong>leza por no mostrarse cual conviene que se muestre, mírese en este ejemplo. Donde se<br />
ha de saber que las costumbres son b<strong>el</strong>lezas d<strong>el</strong> alma, y las virtudes principalmente, las<br />
cuales, a veces, ya sea por vanidad o por soberbia, parecen menos b<strong>el</strong>las o menos gratas. Y<br />
por eso digo que para huir de <strong>el</strong>lo miren a ésta; es decir, allí donde es ejemplo de humildad;<br />
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