el convivio dante alighieri - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual
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EL CONVIVIO<br />
DANTE ALIGHIERI<br />
esto es, en aqu<strong>el</strong>la parte de <strong>el</strong>la que se llama filosofía moral. Y añado que mirando a ésta -a<br />
la sabiduría, digo- en esta parte, todo vicioso se volverá recto y bueno. Y por eso digo: Ésta<br />
que humilla a todo ser perverso; esto es, convierte dulcemente a quien se ha inclinado fuera<br />
d<strong>el</strong> orden debido.<br />
Por último, como máxima alabanza de la sabiduría, digo de <strong>el</strong>la que es madre de<br />
todo principio, cualquiera que sea, diciendo que con <strong>el</strong>la empezó Dios <strong>el</strong> mundo y<br />
especialmente <strong>el</strong> movimiento d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, <strong>el</strong> cual todas las cosas engendra y d<strong>el</strong> cual toma<br />
origen y es movido todo movimiento, al decir: fue por Aquél pensada que creó <strong>el</strong> universo;<br />
esto es, por decir que en <strong>el</strong> divino pensamiento, que es ese int<strong>el</strong>ecto, estaba <strong>el</strong>la cuando hizo<br />
<strong>el</strong> mundo. De donde se sigue que <strong>el</strong>la lo hizo; y por eso dijo Salomón en los Proverbios, por<br />
boca de la sabiduría: «Cuando Dios ordenaba los ci<strong>el</strong>os, yo estaba presente; cuando con<br />
cierta ley y con cierto giro vallaba los abismos; cuando arriba detenía <strong>el</strong> éter y suspendía las<br />
fuentes de las aguas; cuando señalaba su límite al mar, y ponía una ley a las aguas para que<br />
no pasasen sus confines; cuando echaba cimientos de la tierra, yo estaba con Él disponiendo<br />
las cosas todas y me d<strong>el</strong>eitaba diariamente».<br />
¡Oh, peor que muertos, los que huís de la amistad de Ella! Abrid los ojos y mirad<br />
que, antes que vosotros existieseis, Ella fue vuestra amante, acomodando y ordenando<br />
vuestra formación; y luego que fuisteis hechos, para enderezaros a vuestra semejanza, vino<br />
a nosotros. Y si todos no podéis venir a su presencia, honradla en sus amigos y obedeced<br />
sus mandamientos, pues que os anuncian la voluntad de esta Emperatriz eterna. No cerréis<br />
los oídos a Salomón, que tal os dice al decir que «<strong>el</strong> camino de los justos es como luz<br />
esplendorosa que sigue y crece hasta <strong>el</strong> día de la bienaventuranza», yendo tras <strong>el</strong>los,<br />
contemplando sus obras, que deben seros luz en <strong>el</strong> camino de esta brevísima vida. Y aquí se<br />
puede terminar <strong>el</strong> verdadero sentido de la presente canción.<br />
En verdad, <strong>el</strong> último verso que a modo de Tornada se ha puesto, por la exposición<br />
literal, puede explicarse aquí asaz fácilmente, salvo en cuanto dice que yo llamé a esta dama<br />
altiva y desdeñosa. Pues se ha de saber que al principio la filosofía parecíame, en cuanto a<br />
su cuerpo -es decir, a la sabiduría-, altiva, porque no me sonreía en cuanto no entendía aún<br />
sus persuasiones; y desdeñosa, porque no volvía a mí los ojos; es decir, que yo no podía ver<br />
sus muestras. Y de todo esto, la falta era mía; y con esto y con lo que en <strong>el</strong> sentido literal se<br />
ha dicho, está manifiesta la alegoría de la Tornada; así que tiempo es ya, para seguir<br />
ad<strong>el</strong>ante, de poner fin a este Tratado.<br />
Tratado cuarto<br />
79<br />
Canción tercera<br />
Las dulces rimas de amor que yo solía<br />
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