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el convivio dante alighieri - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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EL CONVIVIO<br />

DANTE ALIGHIERI<br />

para volver luego a la O; de modo que, a la verdad, imagínase esta figura A, E, I, O, U, la<br />

cual es figura de enlace. Y en cuanto autor, desciende de este verbo, que se toma sólo para<br />

los poetas, que con <strong>el</strong> arte musaica han enlazado sus palabras; y de esta significación no se<br />

trata ahora.<br />

El otro origen de que desciende autor, como atestigua Ugoccione al principio de<br />

sus derivaciones, es un vocablo griego que dice Autentin, que en latín vale tanto como digno<br />

de fe y obediencia. Y así autor, de aquí derivado, se toma por toda cosa digna de ser creída<br />

y obedecida. Y de esto viene <strong>el</strong> vocablo de que al presente se trata, es decir, autoridad; por<br />

lo cual se puede ver que autoridad vale tanto como acto digno de fe y obediencia.<br />

Es manifiesto que Aristót<strong>el</strong>es es lo más digno de fe y obediencia, y que sus<br />

palabras son la más alta y suma autoridad, puede también probarse. De los operarios y<br />

artífices de las diversas obras, ordenadas a una obra y arte final, <strong>el</strong> artífice, o, más bien,<br />

ejecutante de <strong>el</strong>la, debe ser principalmente obedecido y creído por todos, como que sólo<br />

considera <strong>el</strong> último fin de todos los demás fines. Por lo cual, al caballero deben creer <strong>el</strong><br />

espadero, <strong>el</strong> palafrenero, <strong>el</strong> ensillador, <strong>el</strong> escudero y todos aqu<strong>el</strong>los artífices ordenados al<br />

arte de caballería. Y como quiera que todas las obras requieren un fin, a saber: <strong>el</strong> de la vida<br />

humana, al cual es ordenado <strong>el</strong> hombre, en cuanto es hombre, <strong>el</strong> maestro y artífice que tal fin<br />

demuestra y considera debe ser principalmente creído y obedecido; y éste es Aristót<strong>el</strong>es; así<br />

que es lo más digno de fe y obediencia. Y para ver cómo Aristót<strong>el</strong>es es maestro y guía de la<br />

razón humana, en cuanto procura su obra final, es menester saber que nuestro fin, que cada<br />

cual por naturaleza desea, de muy antiguo fue buscado por los sabios. Y como quiera que<br />

los que tal desean son en tan gran número, y los apetitos son casi todos singularmente<br />

diversos, aunque hay uno universal, fue muy difícil discernir aquél en donde directamente<br />

descansase todo humano apetito.<br />

Hubo, pues, filósofos muy antiguos, de los cuales Zenón fue <strong>el</strong> primero y principal,<br />

que vieron y creyeron que <strong>el</strong> fin de la vida humana era puramente la rígida honestidad; es<br />

decir, que rígidamente, sin respeto alguno, había de seguirse la verdad y la justicia, sin<br />

mostrar dolor por nada, ni por nada mostrar alegría, ni percatarse de pasión alguna. Y<br />

definieron así lo honesto: Aqu<strong>el</strong>lo que sin utilidad y sin fruto por sí mismo es de razón alabar.<br />

Y éstos y su secta fueron llamados estoicos; y contó entre <strong>el</strong>los <strong>el</strong> glorioso Catón, de quien<br />

más arriba no osé hablar.<br />

Otros filósofos hubo que vieron y creyeron otra cosa que éstos, y de <strong>el</strong>los fue <strong>el</strong><br />

primero y principal un filósofo llamado Epicuro, que, viendo que todo animal, apenas nacido,<br />

es por la Naturaleza enderezado a su debido fin, que huye <strong>el</strong> dolor y requiere alegría, dijo<br />

que nuestro fin era la voluptuosidad, es decir, <strong>el</strong> d<strong>el</strong>eite sin dolor. Y por eso entre <strong>el</strong> d<strong>el</strong>eite y<br />

<strong>el</strong> dolor no ponía intermediario alguno, diciendo que la voluptuosidad no era otra cosa que <strong>el</strong><br />

no dolor, como también dijo Tulio en <strong>el</strong> primero D<strong>el</strong> fin de los bienes. Y de éstos, que de<br />

Epicuro son llamados epicúreos, fue Torcuato, noble romano, descendiente de la sangre d<strong>el</strong><br />

glorioso Torcuato, de quien antes hice mención.<br />

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