IV Edición Revista Derecho en Sociedad - Ulacit
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DERECHO EN SOCIEDAD, N . º 4 . Enero del 2013<br />
<strong>Revista</strong> electrónica de la Facultad de <strong>Derecho</strong>, ULACIT – Costa Rica<br />
ley y la normas sociales, lo que las acreditaba como doblem<strong>en</strong>te peligrosas y por lo que <br />
había que considerarlas como monstruos. Para este ci<strong>en</strong>tífico de la época, estas mujeres no <br />
sólo t<strong>en</strong>ían cualidades de peligrosidad masculina, sino que, además, “todas las peores” de <br />
las fem<strong>en</strong>inas: astucia, r<strong>en</strong>cor y falsedad; ellas ti<strong>en</strong><strong>en</strong> los rasgos invertidos de las mujeres <br />
“normales”, no si<strong>en</strong>do ni dóciles, ni maternales, ni sexualm<strong>en</strong>te apáticas y con rasgos físicos <br />
id<strong>en</strong>tificables: m<strong>en</strong>or talla, de caderas y pechos rudim<strong>en</strong>tarios, cabellos espesos, arrugas <br />
anormales, prematuras, palidez lívida <strong>en</strong> el rostro, lóbulos muy desarrollados, nariz corta y <br />
remangada y mandíbula demasiado voluminosa para una mujer. (Lombroso y Ferrero <br />
[1890], citado por Almeda, 2003). <br />
En esta época, la concepción de la criminología que era positivista fue convirti<strong>en</strong>do <strong>en</strong> <br />
patologías las características que id<strong>en</strong>tificaban a las personas delincu<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, no <br />
sólo a las mujeres, y poco a poco fueron desarrolladas por las ci<strong>en</strong>cias sociales creci<strong>en</strong>tes <br />
de la época: como la psicología, la antropología, la sociología, la psiquiatría y también por la <br />
medicina; estudios alejados del ámbito p<strong>en</strong>al y jurídico. A pesar de que con la <br />
incorporación <strong>en</strong> la década de 1930 de conceptos como “anomia” y “desviación” (Durkheim <br />
(1982 [1893]), Parsons (1967), y Merton (1964 (1957)que permitieron cambiar un poco <br />
este <strong>en</strong>foque, aún <strong>en</strong> los años 1960 se mantuvieron posturas patologizantes sobre el delito <br />
<strong>en</strong> las mujeres ―como las argum<strong>en</strong>taciones de Pollack (1961), para qui<strong>en</strong> las mujeres eran <br />
falsas, m<strong>en</strong>tirosas y v<strong>en</strong>gativas― y la delincu<strong>en</strong>cia fem<strong>en</strong>ina se explicaba más por razones <br />
de carácter fisiológicas, s<strong>en</strong>tim<strong>en</strong>tales y emocionales, que por un defecto <strong>en</strong> su <br />
socialización primaria, por lo que devi<strong>en</strong><strong>en</strong> <strong>en</strong> distorsiones de sus instintos nerviosos. <br />
No obstante, estas concepciones sobre la conducta de las mujeres no deberían sonar <br />
extrañas o sorpr<strong>en</strong>der, ni al hablar de la época antigua ni <strong>en</strong> la actual, estas sólo <br />
reproduc<strong>en</strong> el lugar social <strong>en</strong> el que se ha concebido a las mujeres y sus deberes, aunando <br />
al imaginario cultural sobre lo bu<strong>en</strong>o y lo malo, lo permitido y lo ilegal o amoral. Lo <br />
particular es que esta noción se <strong>en</strong>marca <strong>en</strong> una serie de actos no deseados y no permitidos <br />
a las mujeres y que ti<strong>en</strong>e que ver con las actividades consideradas “am<strong>en</strong>azantes” para la <br />
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