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L I B E R A C I Ó N<br />
A N I M A L<br />
Pablo desdeñosamente. No, respondió, la ley es «totalmente para nuestro<br />
bienestar» 7 .<br />
El ejemplo dado por Jesús no se perdió en los cristianos posteriores.<br />
Refiriéndose al incidente de los cerdos y al episodio en que Jesús maldijo<br />
una higuera, san Agustín escribió:<br />
El mismo Cristo consideró el evitar matar <strong>animal</strong>es o destruir plantas<br />
como el máximo de la superstición y decidiendo que no había<br />
derechos comunes entre nosotros y las bestias y los árboles, envió a<br />
los demonios a la piara de cerdos y con una maldición secó la higuera<br />
por no hallar en ella ningún fruto [...] Ciertamente, ni los puercos ni<br />
la higuera habían cometido pecado alguno.<br />
Según san Agustín, Jesús estaba intentando mostrarnos que no<br />
debemos regir nuestro comportamiento hacia los <strong>animal</strong>es con las mismas<br />
normas morales que dictan nuestra conducta con los hombres. Ésa es la<br />
razón por la que transfirió los demonios a la piara de cerdos, en lugar de<br />
destruirlos como podía haber hecho fácilmente 8 .<br />
Sobre esta base, no es difícil adivinar cuál fue el resultado de la<br />
interacción de la actitud cristiana y la romana. Puede verse, sobre todo,<br />
observando lo que pasó con los juegos romanos después de la conversión<br />
del Imperio al cristianismo. La enseñanza cristiana se oponía implaca<br />
blemente a la lucha de gladiadores. El gladiador que sobrevivía habiendo<br />
matado a su oponente era considerado un asesino. La simple asistencia a<br />
estos combates era razón suficiente para excomulgar a un cristiano y,<br />
hacia finales del siglo iv, las luchas entre seres humanos habían quedado<br />
completamente suprimidas. Por otro lado, sin embargo, el rango moral de<br />
matar o torturar <strong>animal</strong>es no-humanos permaneció inalterado. Los comba<br />
tes con <strong>animal</strong>es salvajes continuaron ya entrada la era cristiana, y parece<br />
ser que la única causa de su decadencia fue también la decadencia del<br />
Imperio que, al contar con menos riqueza y extensiones, hizo más difícil<br />
la tarea de obtener <strong>animal</strong>es salvajes. De hecho, todavía podemos verlos<br />
en España y Latinoamérica en su forma moderna de corridas de toros.<br />
Lo que es cierto respecto a los juegos romanos también lo es de una<br />
manera más general. El cristianismo dejó a los no-humanos tan decidida<br />
mente fuera del ámbito de la compasión como lo estaban en tiempos del<br />
Imperio. En consecuencia, aunque las actitudes ante los seres humanos se<br />
suavizaron y mejoraron hasta hacerse irreconocibles, las de éstos con<br />
otros <strong>animal</strong>es permanecieron tan insensibles y<br />
7. Corintos 9, 9-10.<br />
8. Agustín, The Catholic and Manicbaean Ways ofLife. Debo esta referencia a John<br />
Passmore, Man 's Responsibility for Nature, Scribner's, New York, 1974, p. 11.<br />
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