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T O D O S LOS A N I M A L E S SON I G U A L E S<br />
que la vida de un ser sin estas capacidades. Para ver la diferencia que hay<br />
entre el hecho de causar dolor y el de sesgar una vida, consideremos cómo<br />
actuaríamos dentro de nuestra propia especie. Si tuviéramos que elegir<br />
entre salvar la vida de un ser humano normal o la de un retrasado mental,<br />
probablemente escogeríamos salvar al normal; pero si el dilema<br />
consistiera en evitar dolor tan sólo a uno de ellos —imaginemos que<br />
ambos han recibido lesiones dolorosas pero superficiales, y sólo tenemos<br />
calmantes para uno— no está en absoluto tan claro cómo deberíamos<br />
actuar. Lo mismo sucede cuando consideramos a otras especies. El mal<br />
que causa el dolor no depende en modo alguno de las otras características<br />
del ser que lo siente, mientras que el valor de la vida sí se ve afectado por<br />
estas características. Daremos tan sólo una razón de esta diferencia:<br />
quitarle la vida a un ser que ha estado deseando, planeando y trabajando<br />
con una meta futura es privar a ese ser de la consecución de esos<br />
esfuerzos; quitarle la vida a un ser con una capacidad mental inferior al<br />
nivel necesario para comprender que es un ser con futuro —y mucho<br />
menos para hacer planes sobre el futuro— no puede conllevar la misma<br />
clase de pérdida 16 .<br />
Normalmente, esto significaría que si tuviéramos que decidirnos<br />
entre la vida de un ser humano y la de otro <strong>animal</strong>, elegiríamos salvar la<br />
del humano; pero puede haber casos especiales en que pudiera<br />
mantenerse lo contrario, debido a que el ser humano en cuestión no<br />
gozara de la capacidad de uno normal. Así, lo que a primera vista podría<br />
calificarse de especismo, no lo sería, ya que la preferencia en los casos<br />
normales por salvar una vida humana en vez de la de un <strong>animal</strong>, cuando<br />
hay que elegir entre las dos, está basada en las características que tienen<br />
los humanos normales y no en el simple hecho de que sean miembros de<br />
nuestra propia especie. Y por eso, cuando nos referimos a los miembros<br />
de nuestra especie que carecen de las características de los humanos<br />
normales, ya no podemos mantener que sus vidas deban ser preferidas<br />
necesariamente a las de otros <strong>animal</strong>es. Este tema vuelve a surgir en el<br />
capítulo siguiente referido a un caso práctico. En general, sin embargo, la<br />
pregunta de cuándo está mal matar (sin dolor) a un <strong>animal</strong> no exige que le<br />
demos una respuesta precisa. En tanto que recordemos que debemos<br />
respetar por igual las vidas de los <strong>animal</strong>es y las de los humanos con un<br />
nivel mental similar, no andaremos muy desencaminados 17 .<br />
16. Para el desarrollo de este tema, ver mi ensayo «El viaje incierto de la vida» en P.<br />
Pettit, R. Sylvan yj. Norman (eds.), Metaphysics and Morality, Blackwell, Oxford, 1987, pp.<br />
154-172.<br />
17. La discusión anterior, que sólo ha cambiado ligeramente respecto a la primera<br />
edición, no ha sido considerada por los críticos del Movimiento de Liberación Animal. Es<br />
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