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En las ciudades medievales cualquiera que hubiera querido ejercitar
un “arte” tenía que inscribirse en su propia corporación primero como
aprendiz, luego como socio y finalmente como Maestro.
Ninguno de estos peldaños puede ser obviado además existen
requisitos que se deben cumplir: por ejemplo haber nacido en la ciudad
donde se ejerce, el ser cristiano, haber cumplido con los exámenes
exigidos. Hay que añadir que las corporaciones de las Artes en la edad
media, que habían nacido de la necesidad, absorbían completamente a
los hombres en todas los aspectos de su vida y al mismo tiempo
ayudaban en los Comuni al buen gobierno. Al dirigirse el Consejo a las
Corporaciones no necesitaba dirigirse directamente al pueblo en arengo
para conocer las opiniones de los ciudadanos.
En Trieste no destaca ningún gremio, al contrario de Venecia,
Milano o Florencia donde ciertas corporaciones prevalecerán sobre otras.
Además una parte importante de la población estaba constituida por
comerciantes, campesinos, pescadores y trabajadores de las salinas.
Ahora bien para los triestinos, a partir del siglo V en adelante, lo
importante -y que dio vida a la ciudad- fue la actividad comercial.
Al principio fue un comercio basado netamente en un sólo producto
(la sal), pero al pasar los años y en la medida que la ciudad creció y se
estableció el Comune, el mayor tráfico estuvo representado por el
intercambio de productos entre el campo y la ciudad, supervisado por los
magistrados quienes usualmente se preocupaban por la provisión de
víveres para la población amenazada muy a menudo por hambrunas.
Sin embargo cuando el Comune logró su completa autonomía y
con ello una mayor prosperidad, las actividades comerciales se
incrementaron y los mercaderes triestinos se hicieron presentes en
mercados anteriormente dominados por otras ciudades italianas.
Una preocupación nueva comenzó a presentarse entonces, sea en
el mundo religioso que en el gobierno de la ciudad: la usura. El mismo
Comune trató de limitarla ya que se estaba difundiendo la costumbre de
especular con las cosechas por parte de compañías bancarias y por
prestamistas particulares.
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