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B- Los enfrentamientos con Venecia.
En el siglo XIV la Republica de Venecia era la ciudad más rica y
poderosa de Europa. Tanta era la potencia y la seguridad de lo
venecianos que en Venecia no existían murallas para defenderla. De
hecho el Doge Marco Cornaro había hecho construir el Palacio Ducal
totalmente abierto, con pórticos y dirigido hacia la isla de San Jorge y el
mar abierto. Además, la ciudad, después de la toma de Constantinopla
había recibido los más preciados tesoros de esa metrópoli y Marino Zeno,
el primer podestá veneciano en Constantinopla había enviado
posteriormente a Venecia aún más riquezas.
La Serenísima Repubblica Veneziana negociaba con todo el
mundo conocido de la edad media: sus mercaderes llegaban a Londres,
Amberes, Sevilla, Marsella, Nuremberg, Buda y Pest. Los venecianos
compraban el algodón de Siria y Egipto, compraban pimienta, amoniaco,
clavos de clavel en Armenia.
En le Mar Negro tenían puntos comerciales donde recibían las
caravanas de mercaderes que venían de tan lejos como de la India y de
la China.
Proveían de monedas de oro a los sultanes y a los califas del
Levante y de África. A la vez Venecia exportaba drogas, aromas,
medicinas, vidrio, tejidos, pieles, jabón, cera y espejos. A bordo de los
barcos venecianos había casi siempre hombres de guerra, especialmente
ballesteros para defenderlos de los piratas; aproximadamente 3000
barcos constituían la flota veneciana, con 36000 marineros y en el
Arsenale trabajaban 16000 obreros.
Tanto era el poder de Venecia que cuando en el año 1202 el Doge
Enrico Dandolo que dirigía la cuarta cruzada, se presentó enfrente de
Pirano en Istria con una flota de cincuenta galeones, trescientos diez
barcos de transporte de pasajeros y ciento veinte barcos de carga con
todas las maquinas de asedio, para luego dirigirse a Trieste a pedir a la
ciudad el renovar el juramento de fidelidad, los triestinos obviamente no
estuvieron en condiciones de rehusarse y ese juramento impuesto pesó
mucho en los años siguientes.
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