“Hay muchasrazones para escribirnovela negra, peromuy pocasoportunidades deque esas novelasnegras no seconviertan en unmero producto deconsumo…”el lugar donde confluyen lo ético y lo estético.del precio de las cosas, pero también replantearseesos géneros literarios que tratan a los lectorescomo clientes-consumidores de esquemas retóricosrepetidos que no producen inquietud ni alimentanla incertidumbre en el proceso de lectura:una literatura, confortable y previsible, que ademásnos lava la conciencia y nos hace sentirnosbuenas personas. Tal vez convendría que nospidiéramos un poco más como escritores y comolectores. La cultura no es un bien suntuario, unacenefa, un fetiche de consumo que se circunscribeal ámbito del ocio. Las opciones de estilo sonJim Thompson y Patricia Highsmith: la labilidad del límite. Casisiempre que se habla de novela negra americana, aparecen los padres fundadores:la corrupción endémica en Cosecha Roja de Hammett; las cicatrices, loelegíaco y lo anti-heroico en las novelas de Chandler. A menudo se cita aJames M. Cain, muchas veces adaptado al cine y constructor de alguna de lasmujeres fatales más intensas de la historia de la literatura como Phyllis enDoble indemnización; se cita el pulso para la narración de la violencia y la precisadesnudez expresiva de James Hadley Chase; el reaccionarismo de MickeySpillane y de su detective Milke Hammer; o la melancolía de Ross McDonald…Pero para caracterizar las mejores intenciones políticas del géneronegro, así como algunas de sus soluciones literarias más inteligentes, hay querescatar la figura de Jim Thompson, el novelista comanche. No es extraño queeste escritor (guionista de Senderos de Gloria y Atraco Perfecto) tuviera problemasen el macartismo. Además de utilizar un lenguaje descarnado y de norecatarse en presentar de manera explícita las escenas sexuales, Jim Thompsonpinta una sociedad americana cínica y cruel, a través de la mirada y de lahilarante voz de Nick Corey, un sheriff de una población de 1280 almas quemata, manipula y logra sus propósitos utilizando la mala fe de sus conciudadanos.Asesinatos, racismo, violencia sexual, deficiencias mentales, desconsideraciónhacia los débiles, mentiras, crueldad, abuso de poder, intereses espuriosy criminales de los representantes de la ley y el orden, corrupción yavaricia definen un espacio –la tierra de las oportunidades- y un tiempo –lacontemporaneidad- donde se hace patente la imposibilidad de la democracia.Si Thompson ubica el mal en el poder y el poli deja de ser bueno para convertirseen villano, Patricia Highsmith le da otra vuelta de tuerca a esa labilidaden el límite entre el bien y el mal. La escritora tejana pone a los lectoresdel lado del asesino, de los Ripleys del mundo, de las ratas que en sus Crímenesbestiales comen caras de bebés en un palazzo de Venecia; nos enfrenta a38 VIENTO SUR Número 127/Abril 2013
nuestro lado oscuro, a nuestro Hyde, y nos plantea un conflicto moral quehabla de la crueldad, de la naturaleza humana y del espacio claustrofóbico enque se termina por convertir el mundo en que vivimos. Patricia Highsmith noes una escritora complaciente que crea personajes simpáticos ni transmiteesperanza. No utiliza la literatura como un bálsamo. Molesta. Tanto el escritorcomo el lector somos abyectos mirones que, en la morbosa observación de losdemás, nos descubrimos a nosotros mismos. Con nuestras suciedades.Preguntas. Hay novelas sin policías ni crímenes, que son profundamentenegras en su retrato de las relaciones amorosas, familiares, de clase. Lo negroa veces es una atmósfera y una forma de entender el mundo y el sentido delhumor. Por otro lado, existen novelas, canónicas desde el punto de vista de lasexigencias genéricas, que defraudan por su corrección política –los buenos nofuman y todo el mundo aspira a vivir en paz en su casita con jardín, por ejemplo,en los libros de George Pelecanos, guionista de la aclamada The wire- opor un concepto reaccionario de la lucha contra el crimen -en las novelas dePatricia Cronwell se justifica la pena de muerte-. Hay novelas negras que nosolo no denuncian la injusticia del statu quo, sino que además, bajo una finamáscara de crítica demagógica, lo reafirman: ocurre con las aproximaciones algénero negro de algunos exitosos autores nórdicos. Del género negro estadounidenseactual, James Ellroy, autor de L.A Confidential, Sangre vagabunda oel magnífico texto autobiográfico Mis rincones oscuros, aplica la metáfora delmirón, critica las instancias de poder y revisa la historia de Estados Unidos,mostrando gran sensibilidad hacia la violencia ejercida contra la mujeres, graciasa una propuesta literaria, innovadora y voraz, que no siempre resulta confortable.Paradójicamente, Ellroy es votante del partido republicano.Hoy nos surgen preguntas y dudas que constituyen actos de responsabilidadpor parte de escritores y lectores. A saber: ¿es la escritura literaria en unaestrategia de denuncia?, ¿en qué niveles, en qué ámbitos, para qué lectores?,¿es el género negro un espacio privilegiado para visibilizar la raíz económicadel mal, la destrucción de los estados de derecho?, ¿a veces la crítica del sistemaes una manera de afianzar el sistema?, ¿existen novelas negras que noson del género negro y novelas de género negro que proyectan una visión delmundo desvaída, rosácea, blanda? En cada pregunta hay una sospecha. Encada una de esas preguntas puede habitar incluso una tesis.El buen y el mal futuro de la novela negra. Estamos rodeados de cosashorribles: paro, corrupción, desigualdad, crisis, hipotecas, mendigos, minerosreconvertidos en nada, esclavismo prostibulario... Violencia cotidiana queresulta de la violencia intrínseca del sistema. Una sociedad que se cree que haevolucionado mucho, pero que en el fondo se parece al contexto en el que segestó la novela negra estadounidense: crac económico, guerras y posguerras,VIENTO SUR Número 127/Abril 2013 39
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