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0127 - Viento Sur

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Manuel Vázquez Montalbán, Francisco González Ledesma, Andreu Martín…Todos ellos tuvieron que luchar con uñas y dientes contra los prejuicios de loslectores y críticos, que eran reacios a leer historias negras desarrolladas ennuestra tierra. Por eso mismo, porque Barcelona es una ciudad gloriosamenteconquistada –al menos para la ficción–, nuestra autora puede desarrollar suhistoria con cierta distancia, sin necesidad de reivindicar un escenario propio,que ya es aceptado y compartido sin recelos ni suspicacias.Contra las cuerdas funciona, por tanto, como un verdadero “pasapáginas”,como enigma policíaco donde las piezas confluyen de manera coherente, dejandoademás una puerta abierta al misterio. Puerta que, sospechamos con ciertofundamento, se cerrará en la próxima entrega de Santana y Vázquez. Puestos asacar algún pero a la novela, nos gustaría señalar que ahí donde están sus principalesaciertos –la sencillez de la estructura, la accesibilidad de su escritura–podrían estar sus puntos débiles: una prosa tan digestiva, tan fácil de leer, podríano admitir dobles sentidos, ambigüedades, sutilezas… Quizás, en medio de lainvestigación, donde nada es lo que parece ni lo que aparece, se haya extraviadoun elemento que podría haber dado más juego: la insinuación.A timba abierta (Salto de página, 2008), de ÓscarUrraA menudo se ha comentado que el origen de la novela negra anglosajona seremonta a la novela de caballerías. Por eso encontramos detectives con nombrearistocrático, como Philip Marlowe. Esos detectives creen en la Justiciacon mayúsculas, y poseen una entereza moral que les condena a la soledad, yles hace ser únicos y míticos.Sin embargo, si tuviésemos que buscar un origen de la tradición de la novelanegra española, sería la picaresca lo que tendríamos más a mano. Porque ennuestras novelas abundan los buscavidas que sólo aspiran a seguir paseandopor su barrio, salir del paso haciendo chapucillas, para escuchar boleros con eltransistor, como el Toni Romano de Juan Madrid.Otros se conforman con tener un paquete de Ducados en el bolsillo, poderleer un libro de poemas, y encontrar en sus bolsillos la suficiente pasta comopara apuntarse a la próxima timba, para jugar a tumba abierta. Es el caso deldetective Julio Cabria, creado por el novelista debutante Óscar Urra, al quepodemos seguir la pista en Impar y rojo.Al igual que en las novelas de David Torres o Antonio Jiménez Barca, en Atimba abierta (2008) se acusa el paso del tiempo. Sus personajes, desde Cabriahasta el policía Goyo Meléndez, pasando por César, el camarero, viven en unMadrid que el tiempo está volviendo irreconocible. La plaza de Tirso de Molinaya no es lo que era, y por más que el Ayuntamiento se esfuerce en embellecerla,no consigue erradicar a los que siempre la han poblado: indigentes,putas y yonquis. Los cines de sesión continua han desaparecido, y sólo nosVIENTO SUR Número 127/Abril 2013 61

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