“La explicación deeste retorno de laliteratura policíaca alpatrón primordial delhéroe proscritoradica, sobre todo,en el clima de crecienteescepticismorespecto de la ley yel orden, y delEstado”encuentra en confabulaciones con jeque árabespetroleros y la OLP. El poder de la CompañíaMadre se deriva en parte de una súper computadora(¡ya tardaba!) que contiene tanta informaciónque “formular la pregunta adecuada de la maneraadecuada” en sus términos se ha convertido en unverdadero arte, bastante difícil de gobernar. Helodia a los “negociantes” y a los aviones bombarderosnorteamericanos a raíz de ciertas experienciastraumatizantes en Shangai en 1937, y durantela guerra en Japón donde fue torturado por ungeneral japonés y por un maestro de Gõ. Es, segúnel propio autor, “el asesino más terrible delmundo”, ha matado a un sinnúmero de personas ya sea por dinero o al servicio deun contraterrorismo “idealista”. No obstante, encarna al verdadero héroe de lanovela. Dicho sea de paso, en la misma obra, el Servicio Secreto Británico, duranteuna operación de rutina diseñada para cubrir sus huellas vis-a-vis sus maestrosárabes (sic), mata a ¡50 de sus propios agentes!En un libro anterior (The Eiger Sanction, 1973) Trevanian ya había escogidocomo héroe a un profesor de arte que mata por dinero con tal de poder comprarpinturas raras y muy costosas.Ludlum, Van Luatbader, Hill y Trevanian no son de ninguna manera excepciones;muchos otros nombres podrían añadirse a la lista. En The Dead Zone(1979) de Stephen King, libro situado en los límites entre el thriller y la literatura“con mayúsculas”, el personaje principal (Johnny Smith) intenta matara un activo demagogo que va en busca de la presidencia de Estados Unidos yes muy capaz de desencadenar una tercera guerra mundial. El héroe y su causason de tal grado conmovedores que el lector no puede menos que lamentar queel asesinato planeado fracase al final. Y de nuevo, en The Good Thief deRobert Rosenblum, un detective privado, con objeto de vengar la muerte porsobredosis de su novia, mata a dos narcotraficantes desarmados.Situaciones similares de venganza personal como pretexto para una guerracontra el crimen han aparecido en innumerables novelas, tiras cómicas, películasy series de televisión durante los últimos años. Su desarrollo fue prefigurado en laserie de Modesty Blaise de Peter O´Donnell, que comenzó a aparecer en los añossesenta. Blaise es una refugiada de guerra que, después de vivir una odisea enEuropa Oriental y el Medio Oriente, logra formar toda una red de ladrones y contrabandistasen Tánger. Junto con su amigo Willie Garvin, habiéndose vueltoinmensamente ricos gracias al “crimen selectivo” (excluyendo el asesinato),emprenden causas buenas como lo hacían los “bandidos buenos” de otros tiempos.Como “cazadores furtivos que se volvieron guardabosques”, defienden a los inocentes,a los pobres y a los amenazados de “malvados” de todos tipos.74 VIENTO SUR Número 127/Abril 2013
La explicación de este retorno de la literatura policíaca al patrón primordialdel héroe proscrito radica, sobre todo, en el clima mismo que hemos descritode creciente escepticismo respecto de la ley y el orden, y del Estado. Cada vezmás lectores de thrillers o de relatos policíacos presentan una actitud cínicaante la policía y el reforzamiento de la ley. Los métodos policíacos no son consideradosde ninguna manera moralmente superiores a los empleados por criminales.Se ve a una sociedad putrefacta de un extremo al otro. Los escritoresde este género tienen, pues, que adaptarse a este ánimo general. Si Simenon,Dürrenmatt, Greene, Le Carré lo hicieron de distintas maneras, los autores queacabo de mencionar lo llevaron a sus últimas consecuencias. Sus héroes ya noson espías o policías desengañados: nuevamente son criminales.No hay nada sorprendente en el hecho de que el decadente capitalismo,expresado de hecho en una decadencia de los valores burgueses, propiciara elsurgimiento de patrones formales en las relaciones en los criminales y la ley,similares a los que caracterizaron al capitalismo en ascenso de hace dos siglos.Sin embargo, dicha semejanza es, precisamente, solo formal, ya que los “bandidosnobles” de la novela picaresca que dieron origen al relato policíaco eranrebeldes con causa. Al igual que los burgueses revolucionarios, no sólo sabíancontra qué luchar –la injusticia, la tortura, la intolerancia, la opresión, el poderabsolutista, la corrupción judicial, etc.-, sino que estaban bien conscientes delas causas por las cuales luchaban; libertad personal e igualdad de derechos;justicia basada en un código legal escrito; generosidad y compasión para conel oprimido y el pobre en general.Los bandidos nobles de nuestros días, no obstante, son rebeldes sin causa,desilusionados y cínicos. Aun cuando saben contra qué están luchando –torturadoresde las SS, por ejemplo, magnates reaccionarios, asesinos patológicos, onarcotraficantes y sus jefes-, no tienen ni la menor idea de las causas por las queluchan, o peor aún, saben que no están luchando por nada. Ya no creen en nada,salvo tal vez en la posibilidad de encontrar alguna pequeña porción de felicidadpersonal a corto plazo. Su rebelión surge no de la esperanza, sino de la amargura;no del amor por los oprimidos, sino del odio por la opresión; de un rechazoa la sociedad tal cual es, pero no de la posibilidad de cambiarla por una mejor.El bandido noble de ayer era un pequeñoburgués precursor de la futura revoluciónburguesa. El de hoy es el rebelde pequeñoburgués en contra de un presenteburgués en decadencia, y la sensibilidad individual o incluso el heroísmo nopueden ocultar la impotencia social de su clase. Son rebeldes sin causa porquesu clase no tiene un futuro independiente. No son, huelga decirlo, ningunosprecursores de la revolución socialista.Así pues, el balance de esta nueva rebeldía, este asombroso retorno al criminal-como-héroe,es ambiguo. Es cierto que el rechazo de los valores sociales predominantesen la última fase de la novela policíaca constituye un factor desestabilizadormás que estabilizador para la sociedad burguesa. Al mismo tiempo, sinVIENTO SUR Número 127/Abril 2013 75
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