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0127 - Viento Sur

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quedan salas de versión original, donde el público asiste con un fervor religioso,perdida ya la diversión inocente de antaño, del cine de pipas y bocata.Siguiendo los pasos de autores ya clásicos, como Carlos Pérez Merinero,Jorge Martínez Reverte, o, sobre todo, Juan Madrid, Urra plantea una tramapolicial que sólo podría transcurrir en Tirso de Molina, que carecería de sentidosi la trasladamos a otro barrio, a otra ciudad. Para otorgarle este sello único,inequívoco, combina el sentimentalismo y el culto a la acción de RaymondChandler con el tono achulado y madrileño de un Edgar Neville, sin olvidarnosdel humor negro de un, pongamos por caso, Fernán Gómez.Urra nos cuenta su historia con desparpajo. Y puede que esa historia no seaexcesivamente original –un detective recibe un encargo que sería mejor desatender,pero no podrá dar marcha atrás, y serán tantos los interesados en resolverel misterio, que acabará colaborando con personas que, por decirlo confinura, no son de su total agrado–. Pero el autor disfruta fabulando, y nos contagiaese disfrute, a la vez que despliega una sorprendente riqueza estilística,donde abundan los dobles sentidos, las metáforas más inesperadas, incluso lasimágenes surreales. De muestra un botón: “Cabria encendió un ducados yexpulsó el humo intentando formar en el aire un enorme signo de interrogación”.Conforme el detective Julio Cabria y sus compañeros van pelando capas dela cebolla, descubrirán, quizás a su pesar, que lo que parecía un simple asuntode venganzas, se convierte en una trama de dimensiones mundiales. Quizás aCabria todo esto le venga grande, porque lo suyo es el juego, jugar a timbaabierta. Y pasar las tardes en el bar, para que César le recomiende alguna películade estreno. Y, por encima de todo, seguir moviéndose por su barrio, Tirsode Molina, que conoce como la palma de la mano.El país de los ciegos (Ilarión, 2011), de ClaudioCerdánClaudio Cerdán sabe disparar. Eso es algo evidente para cualquiera que hayaleído El país de los ciegos. Dispara a bocajarro, la pistola –la maquinaria que hacefuncionar su novela– bien engrasada, el pulso firme como el de un cirujano.Estamos ante una novela perfectamente construida, un pasapáginas con unsentido del ritmo que delata tanta intuición como oficio, que avanza con unaprosa correcta y funcional, ajustada en su parquedad de medios a una historiaque avanza cuesta abajo y sin frenos.Su tremendismo y su culto a la violencia podrían arrinconar a la novela alrincón de las obras malditas, pero Cerdán compensa su mala baba con una historiaconvencional: la de un macarra de buen corazón, el Tuerto, y sus intentospor llevar una vida “normal” fuera de la cárcel. El clasicismo de este thrillerllevará al autor a introducir, incluso, una historia de “chico conoce chica”.Las referencias y homenajes más o menos soterrados se suceden: de la violen-62 VIENTO SUR Número 127/Abril 2013

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