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Revista-USAC-No.-32

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Sergio Castañeda: Análisis radiográfico tras un año convulso<br />

transformaciones radicales. El ocho de<br />

mayo renunciaba la Vicepresidenta Roxana<br />

Baldetti y el tres de septiembre el mandatario<br />

Otto Pérez Molina, se había creado un<br />

precedente, en buena parte gracias a la incidencia<br />

de la sociedad guatemalteca, no sería<br />

justo demeritar eso.<br />

Pero, a pesar de la alegría de ese momento,<br />

está claro que no se fue mucho más allá<br />

de la superficie.<br />

Si, la renuncia marcaba un precedente histórico<br />

pero también era una consecuencia<br />

de la fuerte influencia de la embajada estadounidense<br />

con la complicidad de las élites<br />

económicas del país, pues los exmandatarios<br />

representaban una clase política excesivamente<br />

cínica en su corrupción y ahora la<br />

desestabilización de su gobierno no cesaría,<br />

cosa que no convenía para quienes priorizan<br />

en la estabilidad de las relaciones dentro del<br />

denominado Triángulo <strong>No</strong>rte.<br />

Lo que sucedió a esto fue la designación<br />

como Presidente provisional, por los meses<br />

que restaban al oficialismo patriota, del Abogado<br />

y <strong>No</strong>tario Alejandro Maldonado Aguirre,<br />

quien ya había llevado a cabo funciones<br />

de diputación, magistratura y también<br />

había sido embajador de Guatemala ante la<br />

Organización de Naciones Unidas (ONU).<br />

Se trataba de un personaje –ya conocido–<br />

de la extrema derecha y quien apuntó a la<br />

continuidad de la política conservadora de<br />

la historia del país.<br />

El guión orquestado por la embajada estadounidense<br />

con la complicidad de la oligarquía<br />

nacional no permitiría la posposición<br />

del proceso electoral. Así que tras una fecha<br />

estratégica de la renuncia de Otto Pérez<br />

(tres días antes de las elecciones) y con la<br />

incapacidad de las movilizaciones por impedir<br />

el proceso electoral buena parte de la<br />

población despolitizada e indiferente hasta<br />

hace unos meses atrás –que no concibió que<br />

el problema más allá de un período presidencial,<br />

es sistémico– se volcó a las urnas<br />

creyendo que a través del sufragio podía venir<br />

algún tipo de cambio, pues tras la reciente<br />

renuncia había en el ambiente una especie<br />

de patriotismo, digamos, mediático.<br />

Así fue como las elecciones se llevaron<br />

a cabo el día domingo seis de septiembre<br />

en medio de un viciado proceso electoral,<br />

donde hubo evidentes campañas mediáticas<br />

contra uno de los candidatos punteros quien<br />

resultaba incómodo para cierto sector, ya<br />

que no cumplía con el perfil de sumisión y<br />

obediencia ante el poder hegemónico.<br />

Pegando un pequeño y necesario salto del<br />

ya mencionado proceso, situémonos en el<br />

catorce de enero, fecha donde tomó posesión<br />

como presidente un personaje con poca<br />

experiencia política y de pensar conservador,<br />

respaldado por militares implicados en<br />

el conflicto armado interno y la cúpula empresarial.<br />

Es así, pues, como al analizar lo acontecido<br />

estos meses vemos la diferencia entre un<br />

sector de la población que manifestó puro<br />

hartazgo y catarsis, así como otros ciudadanos<br />

desde su singularidad y algunos colectivos<br />

que comprendían la importancia de<br />

iniciar transformaciones de fondo, quienes<br />

no cedieron a la manipulación de los medios<br />

y apostaban a trabajar por soluciones<br />

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