Revista-USAC-No.-32
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Luisa González-Reiche: Superar a nuestros padres y sus mitos<br />
pobreza y la ignorancia. Para las dictaduras<br />
liberales de la primera mitad del siglo XX la<br />
educación fue secundaria, el credo “orden<br />
y progreso” que buscaron poner en práctica<br />
al pie de la letra, era ya una mezcla entre<br />
visiones antagónicas históricamente: el orden<br />
era un aspecto conservador mientras el<br />
progreso era liberal.<br />
Esta combinación implicaba que hasta<br />
que no hubiera orden no habría progreso.<br />
Los liberales, al día de hoy, conciben<br />
la educación como la última consecuencia<br />
de un sistema centrado en la economía: es<br />
el crecimiento económico y la generación<br />
de infraestructura la que dará lugar, eventualmente,<br />
a una sociedad educada. Y sólo<br />
cuando esa sociedad sea educada tendrá acceso<br />
a la participación política.<br />
Irónicamente, los hechos que desembocaron<br />
en la Revolución de 1944, se dieron<br />
gracias a la educación (los saberes particulares)<br />
que se desarrolló en la clase media,<br />
la que imposibilitó la extensión de la dictadura.<br />
La educación, sin embargo, sigue<br />
siendo un adoctrinamiento de los mitos dominantes,<br />
quizás un engaño. Más que formar,<br />
responden a estrategias de marketing o<br />
fundamentan sus “verdades” en seres imaginarios.<br />
En los años sesenta del siglo XX la crítica<br />
se convirtió en una tendencia filosófica<br />
de gran influencia social y cultural, partiendo<br />
de algunas de las propuestas de la Escuela<br />
Crítica de Frankfurt fundada en los años<br />
treinta. Para pensadores como Horkheimer,<br />
la teoría crítica buscaba la emancipación del<br />
hombre, actuando como una influencia liberadora<br />
y creando un mundo que satisfaciera<br />
las necesidades y fortalezas de los seres humanos<br />
(1972, 246).<br />
Esa emancipación significaba liberarse<br />
de circunstancias de dominación y opresión,<br />
a partir de identificar problemas en la realidad<br />
social, identificar factores para cambiar<br />
dicha realidad y brindar normas claras de<br />
criticismo así como metas prácticas y alcanzables<br />
para la transformación. Esto hacía<br />
sentido en una sociedad heredada del pensamiento<br />
hegeliano y la visión marxista de<br />
la filosofía como praxis. Sin embargo, tras<br />
la Segunda Guerra Mundial esa concepción<br />
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